lunes, 10 de junio de 2013

Cortes...

Buenas, visitantes del blog (a los que aún os paséis por aquí):
Hoy comienza, para los que no lo sepáis, el mes arbóreo del roble según las tradiciones celtas y para conmemorarlo, voy a empezar a subir una historia que escribí hace casi un año.
Es un poco más larga que la de Dylan y el hada de la lluvia y la verdad es que no tiene nada que ver con ella. Ésta es un poco más realista y he dejado un poco de lado la fantasía (no sé que me pasó mientras la escribía).
Se divide en 7 partes, así que colgaré una cada día de esta semana.
Hoy empezamos con la primera.
Espero que os guste y que me lo digáis en un comentario, bueno espero que me digáis cualquier cosa por un comentario.
El título de esta nueva historia es:

 
 

Corte 1: Lucia.

¿Por qué pintaban todas las consultas médicas de blanco? ¿Qué significaba ese color? No ayudaba a que te relajaras y tampoco era bonito. Pero Lucia había estado en las consultas de médicos de distintos países del mundo y que no tenían nada en común excepto el color blanquecino de las paredes de sus ambulatorios.
El color blanco nunca era una buena opción. Era imposible mantenerlo inmaculado y pronto empezaban a aparecer manchas, desconchones, desgastes en la pintura en lugares extraños en los que nadie sabe cómo han podido aparecer ahí.
El techo, por ejemplo.
Con los pies apoyados sobre el borde del escritorio, las rodillas encogidas de modo que la falda le quedara pegada y no dejara ver nada de lo que ocultaba y la cabeza apoyada en el respaldo, Lucia contemplaba a la vez que contaba mentalmente el sinfín de marcas que adornaban el techo de la consulta.
¿Cómo habían llegado hasta ahí?
Podía imaginar increíbles y poco realistas sucesos que explicaran esas manchas para distraerse mientras esperaba al médico. Eso se le daba bien y así evitaba pensar en el presentimiento de malestar que tenía atascado en la garganta.
Se había levantado ya con él así que no le había dejado desayunar ni comer; la había acompañado a la escuela de modo que no había podido concentrarse; y la había seguido hasta la consulta del doctor. No es que fuera un presentimiento tan horrible, llevaba rumiándolo todo el día y aunque Lucia pensaba que la estaba avisando de algo intentaba ser positiva. Tal vez no fuera un presentimiento de enfermedad terminal, tal vez sólo fuera algo crónico o algo que requiriera una estancia prolongada en un hospital junto con alguna intervención dolorosa. En cualquier caso, no estaba demasiado asustada.
De haberlo estado, no habría perdido su tiempo contando manchas en la pared.
La puerta de la consulta se abrió y Lucia se quedó quieta. Los pasos del médico junto al murmullo de su bata recibiendo los embates del aire procedían de su espalda y esperó hasta que el doctor la rodeó para sentarse en su sillón al otro lado de la mesa.
En sus manos llevaba una carpeta y su rostro ligeramente serio, se contrajo en una mueca, que era bastante conocida para Lucia, cuando la miro. Frunció levemente las cejas y Lucia suspiró para sí mientras bajaba las piernas del escritorio y se sentaba, más o menos, derecha.
El doctor también se sentó y comenzó a ojear su carpeta. Tal vez aún no la hubiese mirado… en cualquier caso a Lucia le resultaba imposible adivinar nada en la expresión de esa gente.
-Lucia ¿No es así?- preguntó el doctor. Levantó sus ojos hacia ella.- ¿Entiendes bien mi idioma o prefieres que charlemos en inglés?-
Lucia sacudió la cabeza.
-Lo entiendo bien- respondió.- Llevo cuatro años viviendo en Tokio y los idiomas siempre se me han dado bien.- En realidad no podrían habérsele dado mal si cada cuatro o cinco años tenía que aprender uno nuevo.
El médico asintió con uno de esos movimientos rápidos y secos de cabeza que Lucia veía tan a menudo a su alrededor.
-Soy el doctor Nakamura y he revisado los resultados de las pruebas que te hiciste hace unos días.- Hizo una pausa y siguió ojeando las páginas. Lucia sentía el presentimiento subir y bajar por su garganta como un pedazo de comida que se negaba a llegar a su destino.
-¿Qué me pasa?- preguntó ella. Sabía que no debía interrumpir de ese modo a nadie, menos a un médico, pero el presentimiento amenazaba cada vez más con escapársele por la boca.
El médico le dirigió una mirada severa, como una riña silenciosa. Algo más que había aprendido en Japón: todos los adultos eran indulgentes con sus pequeños actos espontáneos de rebeldía y desobediencia, incluso cuando eran pequeñas cosas como hablar cuando aún no era su turno, sin embargo, todos ellos aprovechaban esos momentos para intentar corregir su comportamiento con miradas duras, ojos entrecerrados y algún que otro susurro medio ahogado.
Lucia movió la cabeza y miró hacia abajo. Ella había aprendido que ese simple gesto era interpretado como una respetuosa disculpa que le evitaba tener que estar todo el día diciendo “lo siento”.
-Los resultados indican que no te pasa nada en absoluto- dijo el médico. Lucia levantó la vista de golpe. Su primer impulso fue exclamar algo debido a la sorpresa, pero esta vez, pudo contenerse.
Mantuvo su tono de voz bajo, como se suponía que debía hacer y se dirigió al médico con cuidado.
-Perdone, señor- le dijo- Pero ¿Está seguro de sus resultados? Yo me encuentro mal todos los días. Estoy mareada, cansada, no puedo dormir por las noches y todo lo que como me sienta mal. Algo me está pasando.-
El doctor Nakamura cerró su carpeta y la dejó sobre la mesa para colocar sus manos sobre ella con mucha tranquilidad.
-Todo eso es normal en su situación- le respondió. Lucia sintió una punzada en la nuca, como una advertencia, acompañada de un pálpito extraño en el corazón.
-¿Qué situación?-
Y extrañamente, en su cabeza apareció flotando la respuesta sólo un segundo antes de que el médico se inclinara sobre la mesa para decir:
-Estas embarazada-
-¿Em… embarazada?- repitió Lucia casi sin aliento. El doctor asintió.
-Significa que estas esperando un bebé-
-Ya sé lo que significa- replicó Lucia sin poder controlar su tono. En cualquier caso no pudo ver la expresión de ofendido del médico.
Su presentimiento se lanzó de cabeza desde lo alto de su garganta hasta el fondo de su estomago haciendo que todo su cuerpo se estremeciera, igual que alguien que salta desde un acantilado acabando con la paz de la superficie del agua.
Su mirada se clavó en el suelo donde había una enorme mancha oscura que ya había visto antes y empezó a pensar… ¿Embarazada? ¡Eso no era posible! Bueno, en realidad, podía ser verdad pero… ¡No podía ser! Si llegaba a ser cierto…
<<Papa>>
El rostro de su padre apareció, Lucia creyó verlo, deformado por la furia, en aquella mancha del suelo mirándola fijamente, así que cerró los ojos en un acto reflejo y después se dedicó a mirar hacia otro lado.
No, no, no… de todas las cosas que se le habían ocurrido esa ni siquiera había pasado por su cabeza.
Casi prefería la enfermedad crónica.
-Desde ahora tendrás que acudir al médico más de seguido- le explicó el doctor aunque Lucia le escuchaba sólo a medias.- Si quieres puedes ir a tu médico particular o si lo deseas, seguir con nosotros. En ese caso, necesitaré alguna información suplementaria.- Hizo una pausa y volvió a abrir la carpeta. Esa carpeta que la había condenado. Lucia la miró con temor y desprecio.- ¿Eres americana?-
Lucia parpadeó y tardó un poco responder. Se sentía aturdida y confusa, como recién levantada de un sueño muy profundo.
-No, soy española- respondió.- Aunque he vivido más tiempo en América que en España.-
-¿Cuántos años tienes?- le preguntó. Aunque el médico observaba una y otra vez el uniforme de la escuela con una mueca cada vez más definida.
-17- contestó. Nakamura movió la cabeza y lo apuntó.
-En ese caso, la próxima vez que vengas a consulta deberás venir con tus padres.-
Lucia respiró hondo.
-Mi madre se marchó cuando yo tenía 11 años- El médico arqueó las cejas, probablemente sorprendido por esa revelación tan personal. Ni siquiera Lucia sabía por qué lo había dicho.
-Pues ven con tu padre-
Todo el cuerpo le tembló sin que pudiera evitarlo. No. Su padre nunca podía enterarse de aquello, sería terrible. Se removió asustada en la silla y se cogió las manos fuertemente sobre el regazo.
-Lucia, tu obligación ahora es ser sincera con tu padre y decirle la verdad. Y hacer todo lo que esté en tu mano para conseguir que él te perdone.- Lucia levantó la vista.- Debemos aprender de nuestros errores y esto te ayudará a comportarte de forma más honorable a partir de ahora. La criatura que crece dentro de ti no tiene la culpa de tu irresponsabilidad. Necesita una madre madura que la guie y la ayude a no cometer las mismas equivocaciones que ya se han dado en su familia.-
¿Su familia?
¿Qué sabía ese medicucho sobre su familia? Sólo por un par de comentarios desafortunados que había oído ya se creía con el derecho de juzgarla.
Lucia sacudió la cabeza.
Esas palabras habían conseguido que sintiera algo más a parte del miedo a su padre. Sentía deseos de levantarse arrojando la silla a un rincón y salir dando un portazo después de haberle dicho unas cuantas cosas a ese hombre en su idioma.
Pero se controló.
Se levantó arrastrando la silla y cogió su bolso.
-Gracias doctor- le dijo apretando los puños alrededor del respaldo de la silla. No se molestó en hacer la reverencia.- Por cierto, debería limpiar el techo. Está lleno de manchas.-
El doctor abrió sus rasgados ojos y la boca para decir algo. Entonces sí, Lucia hizo la reverencia y abandonó la sala.
Salió al pasillo y cuando cerró la puerta tras de sí tuvo que detenerse a respirar hondo. Cogió una buena cantidad de aire y se dedicó a soltarla lentamente hasta que notó que todos los músculos de su cuerpo se relajaban.
Seguía asustada y un poco molesta.
Había pensado que un médico japonés culparía a su cultura desvergonzada de aquello, pero ese médico había ido directamente a culpar a su familia y la irresponsabilidad que le había inculcado su madre.
Pues se equivocaba. Su madre no había estado con ella el tiempo suficiente como para inculcarle nada.
Se colgó el bolso en el hombro y atravesó el pasillo en penumbras hasta la sala de espera.
Justo cuando entraba, una chica que iba en dirección contraria chocó con ella. La hizo retroceder un paso y Lucia se llevó las manos al estomago.
La chica se detuvo brevemente y mantuvo la mirada baja. Sus ojos ausentes fijos en el suelo la huían y su pelo oscuro y liso cubría su frente proyectando una sombra sobre ellos.
Lucia la observó hasta que esa forma de mirar le produjo un escalofrío.
-Lo siento- murmuró la chica con una vocecilla casi inaudible. Lucia tardó en darse cuenta de que la hablaba a ella, porque no la miraba. Pero asintió con la cabeza.
La chica se giró y rápidamente desapareció.
A pesar de la extraña actitud de la chica, Lucia estaba aún demasiado aturdida como para dedicarle algún pensamiento.
Iba a seguir andando pero se dio cuenta de que sus manos seguían sobre su estomago. Las había llevado allí casi sin darse cuenta ¿Por qué? ¿Qué estaba haciendo? Al chocar con la chica se había cubierto el estomago… pero ¿Por qué intentaba proteger al bebé?
Ese ente acababa de meterla en graves problemas. No debía protegerle, todo lo contrario…
Ojala pudiera seguir pensando que no era real, pero si hasta su inconsciente le había protegido del choque era porque realmente estaba ahí dentro. Estaba ahí, creciendo cada segundo que pasaba y pronto se haría tan grande que todos los demás también sabrían que estaba ahí.
La gente de la sala de espera no la miraba. Hablaban entre ellos, leían revistas, escuchaban sus Ipods. ¿Por qué iban a mirarla? Aún parecía normal.
Pero la cuenta atrás había comenzado y todos la mirarían. Su padre la miraría con esa expresión de odio que ponía cuando hablaba de su madre. La miraría igual que a ella.
Lucia empezó a sentir calor. Calor en la cara, en las manos, en el vientre; un calor agobiante que no dejaba que el aire le llegara a la nariz. Había demasiada gente en esa sala.
Fue hacia la puerta y salió a la calle. Por fin notó el frescor en su rostro. Cerró los ojos para respirar profundamente pero entonces vio una imagen de sí misma gorda y deforme, atrapada en su casa y sola. Completamente sola excepto por el ente que crecía dentro de ella. Y a pesar del aire, volvió a sentir el calor asfixiándola. Intento desabrocharse la chaqueta pero se sintió mareada por el calor. Las rodillas se le doblaron tuvo que sujetarse a la pared.
La gente pasaba pero ni siquiera la veían.
Entonces el presentimiento resurgió. Se retorcía en su estomago y luchaba por subir de nuevo hasta su garganta.
Lucia tragó saliva, intentó ignorarlo pero lo sentía reptar hacia arriba con determinación.
Se llevó una mano a la boca al sentir una arcada. No era un presentimiento.
Miró a su alrededor y vio un callejón a pocos metros que se metía entre dos calles.
Corrió hacia él y vomitó entre dos cubos de basura.
Probablemente no fuera tanto, pero Lucia perdió la noción del tiempo y siguió vomitando hasta que sintió que su estomago se relajaba. Se apartó un tanto asqueada y sin querer mirarlo.
Se apoyó en la pared de enfrente del callejón y se limpió con un pañuelo de papel. Mientras recuperaba la respiración advirtió que se sentía algo mejor. El presentimiento aún danzaba y le daba puntapiés en el estomago, pero como éste estaba vacío, la sensación no era tan desagradable.
Tenía el flequillo empapado por el esfuerzo y las costillas doloridas. Odiaba vomitar. Nunca lo había hecho en público… aunque nadie parecía haberla visto.
Se pasó las manos por la cara y se alisó la falda antes de volver a la calle principal. La gente seguía pasando a su lado sin fijarse en ella así que Lucia pensó que su aspecto no debía ser tan malo.
No sabía muy bien qué hacer ahora, pero un sonido procedente del bolsillo de su chaqueta le evitó tener que pensarlo.
Sacó su móvil y vio el nombre de Heiji brillar en la pantalla.
Al verlo sintió un nuevo retorcijón en el estomago, al instante se llevó una mano a la tripa pero la apartó casi igual de rápido, sin saber muy bien por qué.
Descolgó y se llevó el móvil a la oreja.
-Hola- saludó.
-Hola- contestó la voz al otro lado del teléfono.- ¿Te encuentras bien?-
Lucia se quedó callada ¿Por qué le preguntaba algo así? Era imposible que él supiera nada de todo ese asunto. Agarró el teléfono bien y trató de fingir calma.
-Sí, claro que me encuentro bien… ¿Por qué no iba a estarlo?-
-Has desaparecido de clase y no has vuelto- Lucia suspiró.- Estaba preocupado. ¿Pasa algo?-
Lucia echó a andar casi sin darse cuenta mientras los nervios le daban un respiro.
-No, no pasa nada. Es sólo que…-
Al otro lado de la línea escuchó la clara risa amortiguada de Heiji. Cuando intentaba esconderla, sonaba igual que la risa de un niño.
-¿No habrás vuelto a quedarte dormida?-
-No, no me he quedado dormida- replicó Lucia algo molesta.- Tenía algo importante que hacer.-
-¿Y ya has acabado? Hemos quedado en un par de horas en el parque ¿Recuerdas? Los demás van a ir después a esa discoteca del centro-
-Lo sé, lo sé. Nos vemos en el parque pero mejor espérame en la puerta principal. Tengo que contarte algo.-
Heiji guardó silencio unos instantes.
-De acuerdo ¿Seguro que no pasa nada?-
-No pasa nada. Nos vemos después-
-Bye-
Lucia colgó y se guardó el teléfono.
Miró al cielo recortado por los altos edificios y sintió que algo empezaba a carcomerla por dentro. Tenía que empezar a pensar en cómo iba a decirle a Heiji que había un bebé en camino.
Sacudió la cabeza y miró a todos los lados. Ni siquiera sabía qué camino tomar hasta el parque.
Echó a andar entre la gente concentrada sólo en su respiración. Eso la ayudó.
 
Hasta aquí el primer corte. Si quieres conocer el segundo, sólo tienes que esperar a mañana.
Byee.
 
Pd: No puedo dejar de recomendar, tal como pretendemos que éste sea un blog sobre literatura, que si alguno de los pocos que nos leéis por ahora no habéis ido aún a la feria del libro de Madrid ¡Tenéis que ir! Es un lugar genial lleno de libros y ¡Tenéis que ir que sólo estará en Madrid hasta el día 16!
Bueno, nos vemos mañana.

 

 


2 comentarios:

  1. Buenas!!^^
    Aquí estoy de nuevo, empezando a leer esta historia! La verdad es que desde que he empezado este capítulo no he podido parar, atrapa mucho!
    ¡Pobre Lucía! La pobre no se esperaba para nada el embarazo, ¿que le dirá su padre? Por que parece asustada de verdad, espero que no se lo tome muy a mal! Y Heiji, tiene pinta de ser comprensivo, seguro que la apoya al cien por cien, ¿no?
    Bueno, ya lo descubriré más adelante, nos leemos!^^

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  2. Hola!!!
    Me alegro de que estes por aquí otra vez y espero que Cortes te guste como la historia de Dylan. ^^
    La verdad es que la pobre se ha quedado un poco shock, aunque de haber sido ella, yo hubiera preferido pensar en esa posibilidad antes que irme directamente a las enfermedades crónicas o terminales, pero todos sabemos lo pesimistas que nos ponemos en la consulta de un médico.
    Espero que el resto de la historia no te decepcione! Nos vemos por aquí y en tu blog! Que en breve me pasare por allí!
    Byee ^^

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