lunes, 29 de julio de 2013

¡Hola queridos lectores! Hoy voy a dejaros un cuento de Helen Buckley, una historia que me encanta por lo relacionado con mi profesión, que es Educadora Infantil. Espero que os haga reflexionar y que os guste =)


Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bueno! - pensó el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.
Pero la maestra dijo: - Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a moldear un plato. ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo: ¿No quieres empezar tu dibujo? Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer? No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra. ¿Y cómo lo hago? - preguntó. Como tú quieras contestó. ¿Y de cualquier color? De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo? Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.


A veces no nos damos cuenta de que no dejamos a los niños ser ellos mismos, no les damos la oportunidad de mostrar su manera de ver el mundo y de sacar fuera toda esa creatividad que tienen. ¿Por qué las cosas tienen que ser como nosotros creemos que son? Si le damos la oportunidad a un niño de mostrarnos lo que es capaz de hacer ahora, quién sabe lo que ese niño será capaz de hacer cuando sea adulto. 

¡Comentad si os ha gustado!




miércoles, 24 de julio de 2013

¡Hola queridos lectores! Hoy vengo a dejar una cosilla, pero no para vosotros, y os preguntaréis ¿Para quién? Pues resulta que un día como hoy, hace 24 añitos, nació una persona a la que he tenido la suerte de conocer. Y que mejor que desearle un día genial por medio de este blog que hemos creado juntas.





¡Feliz cumpleaños Ayi!

Me alegro de que un día hace ¿Cuántos? ¿Catorce años? nos diera por quedar y por hablar de frikadas varias. Desde que éramos unas niñas hemos compartido algo que nos apasiona a las dos, leer y escribir. Así que agradezco a este hobbie no solo haber llenado un montón de tediosas horas y de haberme permitido dejar volar mi imaginación, sino haber logrado que te convirtieras en una gran amiga con quien poder compartir todo esto, con quien poder sentirme a gusto y con quien poder llevar a cabo un montón de cosas que sin ti no me hubiera atrevido hacer.
Gracias por esas risas, por esas historias, por esos momentos, por estar siempre ahí con tus consejos, por haberme hecho sentir en esos años de dura adolescencia que no estaba sola en mis locuras mentales. Gracias por todo. Te deseo lo mejor este día y siempre, sabes que te quiero como amiga y que te admiro por lo que eres capaz de hacer con un boli en la mano. Espero sinceramente que todo lo que sueñas se haga realidad porque te lo mereces, por tu constancia, tu ilusión y tus ganas de aprender y de hacer las cosas bien. 

¡Qué tengas un cumpleaños genial y que lleguen muchos más juntas!

Lyra 






domingo, 21 de julio de 2013

Sigo Aquí


¡Feliz domingo musical, Visitantes del Blog!
Hoy comparto con vosotros una canción de mi cantante español favorito: Alex Ubago. ¿Quién habría pensado que entre Lyra y yo, yo sería la primera en poner una canción en español? Jajaja.
Esta canción aparte de ser genial, forma parte de la banda sonora de la que es mi película de Disney favorita: El Planeta del Tesoro.



Supongo que todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido un poco incomprendidos, solos, como si nadie pudiera entendernos o no quisieran hacerlo. Te sientes un bicho raro y no me refiero solo a ese estado horrible que es característico de la adolescencia, sino a cuando te sientes invisible aún estando rodeado de muchas personas que se preocupan más por sus cosas y no se dan cuenta de que estás ahí. Aunque supongo que es normal que según vas creciendo y haciéndote adulto, te sientes menos así.
Espero que os guste y si no habéis visto la peli o no conocéis nada de este cantante, os estáis perdiendo grandes cosas.
Hasta la próxima melodía, Visitantes. ^^




Sigo Aquí

By

 
Alex Ubago

 

Soy la pregunta del millón
siempre la interrogación
no respondas que sí porque sí

Y qué, qué podrías tú decir
si yo no te voy a oír
No me entiendes
Y nunca seré lo que esperas de mí

Jamás ya me vas a conocer
Niño y hombre puedo ser
No me uses y apartes de ti
Y di como alguien aprendió
Lo que nadie le enseñó
No me entiendes
No estoy aquí

Y yo sólo quiero ser real
Y sentir el mundo igual
Que los otros,
Seguir siempre así

¿Por qué yo tendría que cambiar?
Nadie más lo va a intentar
Y no entienden
Que sigo aquí

Y tú ves lo que ellos nunca ven
te daría el cien por cien
me conoces y ya no hay temor

YO mostraría lo que soy
Si tú vienes donde voy
no me alcanzan
si eres mi amigo mejor

Que sabrán del mal y bien
Yo no soy lo que ven,
todo un mundo durmiendo
y yo sigo soñando, ¿por qué?
Sus palabras susurran mentiras
que nunca creeré...

Y yo solo quiero ser real
Y sentir el mundo igual
que los otros, por ellos, por mí

¿Por qué yo tendría que cambiar?
nadie más lo va a intentar
estoy sólo
Y sigo aquí
Sólo yo
Estoy aquí
Sigo aquí…
Sigo aquí…
 
 
 


viernes, 19 de julio de 2013

¡Hola queridos lectores! 

Hoy por fin traigo el desenlace de la historia El Certamen, espero que os guste y sino, siempre podéis dar vuestros motivos =)
Lo último que habíamos leído fue a Lizbeth confesándole a Alex que no podía seguir allí debido a que sentía que traicionaba a su padre. ¡Veremos que opina Alex de esto!

Alex apretó la mandíbula y frunció el ceño.
-Ya veo-se encogió de hombros-eres libre de marcharte cuando quieras, pero no me gustaría que te fueras con una impresión equivocada de mí.
Lizbeth le miró sin entender.
-Fue Darren quién amañó el certamen, yo no tuve nada que ver y me quedé tan sorprendido como tú al no oír el nombre de tu padre como ganador, pero ya no podía hacer nada, el jurado estaba comprado y no iban a cambiar su voto.
Lizbeth tardó unos segunos en procesar todo lo que Alex estaba diciendo. El pueblo entero le había creído culpable durante meses, le había insultado, excluido y despreciado. ¿Por qué nunca había dicho nada? ¿Por qué no había contado la verdad?
-¿Por qué no lo dijiste antes?
Alex negó imperceptiblemente con la cabeza, como si todo estuviera claroy hablar no tuviera sentido.
-Daba por hecho que a estas alturas no me creías capaz de algo así-Alex apartó la mirada-está claro que me equivocaba.
Lizbeth sintió que las mejillas se le teñían de rojo.
-Bueno yo…realmente no sabía…-no se le ocurría de qué forma excusarse-Pero ¿y el pueblo? ¡Todo el mundo sigue pensando que eres un…!-se detuvo a tiempo de decir algo que pudiera herirle.
-¿Un bastardo sin sentimientos?-terminó Alex con una media sonrisa-¿Y qué puedo hacer yo? No tengo manera de demostrar nada y la gente tiende a creer lo que quiere creer. Y por supuesto es más fácil pensar que el solitario y excéntrico Alexander Mayfair ha comprado al jurado del certamen para arruinar los sueños de un viejo inventor por el simple placer de hacerlo. En ningún momento se les pasaría por la cabeza que el carismático y atractivo Darren haya podido hacer algo así solo para concederle el premio a la chica con la que se acuesta.
Lizbeth se sentía abrumada por todo aquello, y también por el hecho de que Alex había perdido completamente la compostura y no estaba acostumbrada a verle así.
-Áex… lo siento, no tenía ni idea…-la verdad es que no había nada que pudiera decir para disculparse.
-Alex levantó una mano para indicar que no hacía falta que siguiera.
-No importa, ahora ya lo sabes-cogió de nuevo el periódico que había estado leyendo antes de que Lizbeth le interrumpiera y caminó hacia la puerta. Antes de llegar a esta se dio la vuelta y dijo-puedes despedirte de Brandon cuando quieras.
Lizbeth se quedó sola en las estancia sin saber qué hacer. Caminó sin darse cuenta hasta la cocina en busca de Brandon. Después de pedirle al niño que la acompañara, los dos se sentaron en los escalones de la entrada de la casa.
Brandon no entendió por qué tenía que marcharse.
-Tu tío está molesto conmigo y no le falta razón-explicó Lizbeth-creí algo muy malo de él y estaba equivocada.
-Pues pídele disculpas-era realmente enternecedor lo sencillo que resultaba todo en la mente de los niños-él no puede saber lo arrepentida que estás si no se lo dices.
Lizbeth sonrió con ternura al niño, pero no estaba convencida. El sexto sentido del niño pareció avisarle de esto porque continuó con sus sencillos argumentos.
-Dile que ahora que le conoces sabes que es muy bueno y que te gustaría quedarte con nosotros-le explicó Brandon como si fuera él quien estaba hablando con un niño pequeño-Seguro que mi tío aun cree que quieres irte, y es una tontería que hagas algo que no nos gusta a ninguno de los tres cuando sería tan fácil pedir perdón.
Solo un niño de apenas diez años podía pensar que pedir perdón era algo fácil. Pero Lizbeth tuvo que admitir que tenía razón en todo lo que estaba diciendo.
-Creo que voy a hacerte caso-sonrió Lizbeth abrazando al pequeño, quien sonrió satisfecho.
                                                              [-----------------]

Lizbeth encontró a Alex en la terraza, apoyado en la balaustrada y mirando las estrellas, ya que hacía un rato que había anochecido.
-Creí que ya te habrías marchado-dijo Alex sin mirarla.
-No me hubiera ido sin despedirme de ti-aseguró invadida por la timidez.
-Alex se giró y la miró. A Lizbeth le pareció que tenía los ojos más oscuros que de costumbre.
-¿Has venido a despedirte, pues?-preguntó frunciendo el ceño.
Lizbeth tragó saliva y se acercó más a él.
-En realidad no. He venido a disculparme contigo-antes de que Alex pudiera interrumpirle Lizbeth continuó-Me han encantado estos meses que he pasado junto a Brandon…y junto a ti. Me he dado cuenta de que eres un gran hombre y de que te juzgue mal. Todos lo hemos hecho. Creemos que lo sabemos todo de alguien solo por su apariencia o por su actitud y no nos molestamos en indagar en lo que hay más adentro de las personas. Emitimos juicios sobre gente que no conocemos. Y nos equivocamos. Yo me he equivocado contigo. Y lo único que puedo esperar ahora es que me perdones y me permitas seguir dándole clases a Brandon…y poder seguir conociéndote a ti…si tú quieres.
En medio de toda aquella confesión Lizbeth no había podido soportar la presión de su mirada y había desviado la vista al cielo y había comenzado a tocarse el pelo. Había tratado de ser sincera pero aun así tenía miedo de la reacción que pudiera tener Alex. Al mirarle se dio cuenta de que éste estaba sonriendo. Levantó una mano y cogió el mechón de pelo castaño que Lizbeth tenía entre los dedos.
-Me alegro de que tu impresión sobre mí haya cambiado-dijo suavemente-y estoy seguro de que a Brandon le encantará saber que te quedas-hizo una breve pausa y acentuó aún más su sonrisa-aunque no tanto como a mí.
Lizbeth sonrió.
Ambos se sorprendieron bastante cuando le dieron la noticia a Brandon y éste ni se inmutó. Parecía tener claro que Lizbeth no iba a marcharse.
Pocos meses después salió a la luz que Darren había sido el culpable de todo aquello, pero pocos fueron los que se disculparon con Alex. La gente no suele admitir sus errores muy a menudo. Pero a Ále no le preocupaba. Tenía a su lado a las únicas personas cuyas opiniones le importaban.

Y colorín colorado... Espero que os haya gustado ^^

Decir que esta historia surgió de una pequeña tarea que me mandaron en una asignatura. Teníamos que elegir algún cuento o pelicula para niños y coger la idea principal para escribir algo y elegí una pelicula de Disney que siempre me ha gustado mucho: La Bella y La Bestia. 
Así que moraleja: Antes de juzgar...intentar conocer a la persona que tenéis enfrente =)



lunes, 15 de julio de 2013

¡Hola queridos lectores! Traigo la continuación de "El certamen" Muchas gracias a los que comentaron, y espero que les siga gustando la historia =)


Fueron pasando los días, y lejos de que esto aplacara a la gente, ésta sentía aun más aversión por Alex. Llegó un momento en el que el joven director no podía apenas salir de su casa sin que le llovieran los insultos o fuera víctima de las gamberradas de los adolescentes del pueblo.
Pronto la gente se acostumbró a no verlo caminar solo y taciturno como siempre solía hacer. Algunos pensaron que se había marchado definitivamente del pueblo.
Después de varios meses llegó el verano. La gente ya había olvidado el incidente del certamen, si bien no Lizbeth  ni su padre.
Como ya no contaban con el dinero del premio, Lizbeth se había visto forzada a buscar un trabajo. Contestó a un anuncio en el que se precisaba una profesora de literatura que pudiera acudir al domicilio para impartir clases a un niño de nueve años. No tardaron mucho en enviarle una respuesta diciéndole que estaba contratada.
Lizbeth acudió a la dirección que venía en el anuncio, un gran caserón alejado del pueblo. Se sintió cohibida cuando caminó hacia la puerta y llamó golpeando ésta suavemente con los nudillos. Enseguida se oyeron unos pasos acercándose por el rellano y Lizbeth no pudo contener su sorpresa cuando el joven director del certamen, Alex, le abrió con el ceño fruncido y semblante serio.
-Pase señorita Welford-dijo Alex haciéndose a un lado para dejarla pasar.
-Gracias señor…Mayfair-contestó Lizbeth aun sin saber cómo tomarse aquello.
-Por favor, llámeme Alex-dijo el hombre con semblante serio.
“¿Por qué me mira así?”pensó Lizbeth “Si alguien debería estar enfadada aquí, esa soy yo”
Lizbeth se fijó en que Alex llevaba puesta la parte inferior de un traje negro y una camisa del mismo color arremangada hasta los codos, lo que le daba un aspecto más desenfadado del que pretendía con la expresión de su rostro.
-Mi sobrino saldrá en un momento-comentó Alex guiándola hasta la sala de estar.
Lizbeth se sorprendió al oír aquello. No tenía ni idea de que Alex tuviera ningún sobrino. Ni hermanos, primos, ni ninguna clase de pariente.  Era obvio que no había nacido de un huevo, pero nunca se había imaginado a aquel joven en un entorno familiar.
El ruido de una puerta interrumpió sus pensamientos y al girarse vio lo que parecía una versión en miniatura de Alex, solo que con expresión alegre y confiada. También vestía el pantalón de un traje oscuro y llevaba camisa, pero de color blanco y dos tallas más grande de lo que le correspondía.
El niño se acercó a Lizbeth sonriendo  y le tendió la mano.
-Mucho gusto en conocerla señorita Welford-Lizbeth le estrechó la mano entre confundida y divertida ante los implacables modales del muchacho que miraba a su tío en busca de una señal de aprobación.
Cuando Lizbeth se dio la vuelta hacia Alex, le sorprendió ver que éste estaba sonriendo  y miraba al niño con una expresión entre cariñosa y orgullosa.
Lizbeth se autoconvenció de que había sido producto de su imaginación y se centró en lo que había venido a hacer.
-Igualmente señorito… -Lizbeth no tenía ni idea de si aquel niño era un sobrino por parte de alguna hermana de Alex o de un hermano, con lo que no tenía ni idea de con qué nombre dirigirse a él, pero el muchacho enseguida acabó la frase por ella al ver su indecisión.
-Mayfair-dijo orgulloso-Brandon Mayfair, pero llámeme Brandon.
Lizbeth asintió.
-Bien Brandon, empezaremos cuando tu tío lo considere oportuno-dijo tratando de ser correcta y mirando a Alex, quien ya tenía su habitual expresión  de “Acércate y te muerdo”
“Esa le pega mucho más” pensó Lizbeth satisfecha.
Alex les condujo hasta una pequeña salita repleta de libros. Había una mesa no muy grande en el centro y dos sillas de color negro.
-Dentro de un rato el servicio os traerá algo para comer-informó Alex saliendo de la estancia sin dar más explicaciones.
Por suerte Brandon parecía estar cómodo con la situación y enseguida pasó a explicarle a Lizbeth todas las preguntas que ésta no se había atrevido a formular en voz alta.
Resultaba que “el servicio” era una mujer entrada en años y en carnes que se encargaba de que todo estuviera en orden. Se metía demasiado en la vida de los dos Mayfair de la casa, comportándose más como abuela y madre que como asistenta, pero llevaba tantos años en la familia y lo hacía todo con tan buena intención que Alex se lo consentía todo.
En aquella pequeña salita era dónde el tío de Brandon le enseñaba todo lo que sabía; modales, cálculo y sobre todo literatura, que era su gran pasión. Pero hacía tiempo que Alex había pensado que al niño le vendría bien una nueva compañía y tener un referente femenino en la casa que no se preocupara solo de que engordara, como era el caso de la asistenta.
Aquellas charlas con Brandon se convirtieron en costumbre y según pasaban las semanas Lizbeth pasaba más horas al día en la casa e iba conociendo más a su dueño a través de su parlanchín sobrino, que le idolatraba. De esa forma supo que los padres de Brandon, el señor y la señora Sullivan, habían muerto en un accidente de tráfico tres años atrás y al quedarse Brandon con su tío, éste le puso su apellido en honor a su hermana fallecida, y lo había criado desde entonces.
Al ver lo bien que estaba su sobrino con Lizbeth, Alex le pidió que siguiera dándole clases y jugando con él el resto del año a la salida del colegio de Brandon, a lo que Lizbeth aceptó gustosa, ya que ella también disfrutaba de la compañía del pequeño, y últimamente tenía que admitir que también disfrutaba la de Alex, quien a veces se sumaba a sus tardes de estudios y charlas, aunque normalmente era un espectador silencioso.
Cuando Brandon comenzó a ir a la escuela en septiembre, Alex empezó a invitarla algunas mañanas a la casa para charlar, y en poco tiempo Lizbeth se dio cuenta de que lo había juzgado mal. Cuando le conocías te dabas cuenta de que detrás de esa fría armadura había un hombre inteligente, responsable, cariñoso y atento. Lizbeth disfrutaba en verdad estando con él, pero no lograba olvidar lo sucedido en el certamen hacía ya un año.
Una tarde en la que Brandon estaba ayudando al ama de llaves a preparar la merienda, Lizbeth aprovechó para acerarse a Alex con semblante serio. Éste pareció darse cuenta de la preocupación en la cara de Lizbeth porque dejó el periódico que estaba ojeando y la miró con expresión interrogante.
-¿Ocurre algo Liz?-hacía ya tiempo que habían empezado a tutearse aunque en la cabeza de Lizbeth él siempre había sido solo Alex y nunca el señor Mayfair.
Lizbeth se armó de valor y con los ojos cerrados dijo:
-No puedo seguir dando clases a Brandon…ni viniendo a esta casa.
Alex asintió con la cabeza aun sin entender nada.
-Emm… Como quieras. ¿Puedo saber si has tenido algún problema?
La calma y la educación de Alex le sacaba de sus casillas.

-No puedo seguir trabajando con el hombre que tiró por tierra los sueños de mi padre-confesó Lizbeth sin poder contenerse más-siento que le estoy traicionando.


¿Confíáis en Alex? ¿Creeis que Lizbeth debería marcharse? ¡Comentad que es gratis!

domingo, 14 de julio de 2013

¡Hola queridos lectores! Hoy es domingo de análisis, así que os traigo un sueño que tuve hace unas semanas para que deis vuestra opinión y me digáis que puede significar. Ayi ya ha expuesto su teoría. ¿Estáis de acuerdo con ella?


Ayi y yo salimos a dar una vuelta por Madrid como tantas otras veces, es lo que tiene ser de posición humilde, que lo de dar paseos es un plan recurrente. De repente nos adentramos en una cueva que tiene unos raíles en los que varios adolescentes están haciendo cola como si fuera el parque de atracciones. Y la atracción en cuestión es básicamente un tronco con ruedas en el que te tienes que tumbar y luego sale disparado a toda mecha por los raíles. (patente en marcha ¬¬)
No sé muy bien por qué a Ayi y a mí nos parece una genial idea lo de subir, así que ahí vamos como unas valientes y cada una monta en un tronco mortal de esos. El troncomóvil se pone en marcha y gritamos durante un rato hasta que aminora la velocidad (sí Ayi, lo siento, pero tú también gritas. Mis sueños, mis normas) Empezamos a pasar por una especie de centro comercial en el que solo hay establecimientos de comida extraña. Las dos empezamos a sentir hambre, nos apeamos de nuestros respectivos troncomóviles…y no vemos nada que podamos soportar comer. Vemos con aprensión que hay puestos de insectos y de carne rara…Hasta que me da por dejar a Ayi un poco atrás y aventurarme tras una esquina. Entonces con la misma ilusión que una niña el día de Reyes llamo a mi amiga.
-¡Ayi mira, mira!-cuando Ayi llega a mi lado se le ilumina la cara.
-¡Un Starbucks!- no es que seamos adolescentes snobs ni mucho menos, pero somos algo adictas a los frapuccinos de chocolate y ver uno de estos establecimientos entre tanta comida vomitable…
Corremos como locas hasta llegar al mostrador y pedimos bebida y comida, todo de chocolate.
Después de engullir todo a una velocidad propia de un sueño, salimos por una puertecilla y aparecemos en un parque oscuro, poco transitado, pero que por suerte contaba con una boca de metro, lo que prueba mi teoría de que en Madrid hay bocas de metro por todas partes. (Nuestra salida de escape habitual cuando nos perdemos por la capital). Y llegamos sanas y salvas a casa.

Analiza esto y dime que no es una llamada a gritos de uno de nuestros paseos por Madrid que hace tanto que no damos.

Y hasta aquí mis incoherencias mentales. Ahora vamos a leer que ha sacado Ayi en claro. Tanto si estáis de acuerdo con ella como si no, podéis opinar.

¡Aquí está Ayi! ¡Dispuesta a analizar todo lo que sea analizable y a demostrar que para esto no es necesario ser un psicoanalista consumado!
De todos modos, Lyra, no era necesario que me lo dieras ya medio analizado (lo digo por esa última frase) ¡Ten un poco más de confianza en mí! Yo solita podría haber llegado a esa conclusión.
En fin, veamos qué más puedo sacar de aquí.
Está claro que este sueño es una especie de prolongación del anterior en el que buscabas hacerte con modelitos para el verano. En este, ya vestida y divina de la muerte, estás buscando planes para las vacaciones.
Analicemos el primer párrafo ¿Una cueva con raíles y llena de adolescentes hacia una atracción? ¡Facilismo! Quieres que nos cojamos el metro y vayamos al parque de atracciones para pelear con un montón de críos en esas colas interminables ¿verdad?
Continuemos. Lo siguiente es un tanto incomprensible ¿Te sorprende que nos subamos a la atracción? ¡Pero sí ya habíamos hecho la cola! Pero sí que es interesante que tú te montes como una valiente... creo que tu inconsciente te está diciendo que la próxima vez que vayas a un parque tienes que subirte a todas las montañas rusas que veas ¡Es un deseo reprimido, claramente!
Si me permites un consejo, en lugar de patentar esta atracción el troncomovil (por cierto, míralo porque creo ese nombre ya esta pillado) igual deberías patentar ese nuevo concepto de complejo de ocio: el parque de atracciones con centro comercial incorporado. Con starbucks ¡Claro! Que seguro que lo petas. Pero evita incluir lo de los puestos de comida con insectos y carne en mal estado que luego nos vienen las denuncias.
¿Por qué había un parque oscuro a la salida del starbucks? ¿No sería un parking? Las palabras se parecen... de aquí lo único que he sacado en claro es que las bocas de metro (que ciertamente crecen como setas por Madrid) parecen haberse convertido en elementos de seguridad para ti. No soy tan experta en la simbología freudiana como tú, querida Lyra, pero yo buscaría en tu diccionario a ver qué significa.
Al menos tenemos un final feliz.
Hasta aquí mis dotes de interpretación ¡Espero que te haya ayudado!

Gracias por tu interpretación Ayi, siento decirte que mi genial atracción del troncomóvil no oculta ningún deseo reprimido sobre querer subirme a una de esas abobinables atracciones a las que pretendes que me suba. La lanzadera fue mi límite. 
Para todos los demás os doy vía libre para comentar. ¡Hasta la próxima!

jueves, 11 de julio de 2013

El certamen

¡Hola queridos lectores! Hoy me me paso por aquí para dejar el comienzo de una pequeña historia que espero que os guste.  


                                      EL CERTAMEN


Era Otoño. Montones de hojas de diferentes colores cubrían suelo húmedo. El ambiente era oscuro  y algo triste, como si la ausencia del sol hubiera silenciado las voces y los ruidos.
Lizbeth corría hacia la casa de su padre para refugiarse de la incesante lluvia. Siempre se olvidaba el paraguas en casa, a pesar de dejarlo junto a la puerta para verlo al salir.
Cuando abrió la puerta se encontró a su padre, ya entrado en años pero ingenuo como un niño, enfrascado en sus bocetos en el escritorio de su despacho.
-¿Algo nuevo papá?-preguntó Lizbeth alegremente. A ella el otoño no le entristecía, muy al contrario, le encantaba salir a la calle y pasear bajo el cielo gris que siempre amenazaba lluvia.
-Sí pequeña-su padre jamás dejaría de llamarla pequeña, aunque ante sí tuviera ya a una hermosa mujercita de pelo castaño y grandes ojos que lo miraban con reproche fingido-El sábado demostraré a todo el mundo que soy un gran inventor.
El sábado era el gran día que tanto tiempo llevaban esperando. Se celebraba la entrega de premios del concurso “Inventores de ahora”. Su padre había conseguido un merecidísimo primer premio, y el sábado lo harían público en la plaza del pueblo. Era algo muy importante para ellos, ya que él mérito de su padre nunca había sido reconocido y ahora después de toda una vida, por fin veía los frutos de todo su esfuerzo.
Lizbeth sonrió dulcemente a su padre y se acercó para darle un beso en la frente.
-Yo siempre he sabido que eran un gran inventor, papá-aseguró antes de subir las escaleras en dirección a su cuarto.
                                        [-----------------------]

El sábado el padre de Lizbeth salió temprano de casa y sin despertar a su hija. No le importaba que ella no fuera a la entrega de premios, para su hija siempre había sido un ganador.
Sin embargo Lizbeth se despertó sobresaltada al escuchar el sonido de la puerta de casa al cerrarse, y cuando comprendió que se había quedado dormida se apresuró a vestirse para llegar a tiempo a la entrega de premios. Quería estar al lado de su padre ahora que por fin se lo tomaban en serio. Ese día era importante para él y no iba a dudar en acompañarlo.
Sintió un gran alivio cuando llegó a la plaza del pueblo donde se celebraba el certamen y vio que éste aun no había dado comienzo.
El director del certamen se hallaba sentado en una silla negra al lado del escenario, apenas nadie reparaba en él. Y no es que lo hicieran normalmente, Alex era un hombre serio y reservado que no era muy apreciado por sus vecinos. Tenía unas formas algo rudas y apenas hablaba con nadie.
En contrapunto a la postura distante del director, el ambiente en el resto de la plaza era de revuelo. Normalmente no tenían mucho que celebrar y cualquier excusa era buena para armar una fiesta. Todo el mundo murmuraba excitado, haciendo sus apuestas y aprovechando para comer y beber con sus vecinos.
Solo el director del certamen y sus participantes sabían ya los resultados, y tenían prohibido comunicárselo a nadie hasta el día de la entrega oficial de premios.
Subido en la tarima y con un aire jovial y despreocupado Darren presentaba el concurso. Era un joven apuesto y seguro de sí mismo que se manejaba en los escenarios como si hubiera nacido en uno. Cuando vio a Lizbeth entre el gentío la guiñó un ojo con aire pícaro, a lo que Lizbeth puso los ojos en blanco y giró la cabeza.  La molestaban sobremanera sus atenciones. Se creía que con su deslumbrante sonrisa podía tener cualquier cosa que deseara. Pues bien, ella no iba a ser una de esas cosas. Su extrema arrogancia no compensaba su atractivo.
Por fin el certamen dio comienzo. La multitud quedó en silencio y Darren tomó todo el protagonismo. Después de unas cuantas bromas y de dar el tercer y el segundo premio por fin llegó el momento tan esperado.
Era el turno de dar el primer premio y Lizbeth se mordía el labio nerviosa buscando a su padre con la mirada, pero no lograba localizarlo.
Darren se llevó el micrófono a los labios y con una gran sonrisa se dispuso a decir el nombre del ganador. Todo el mundo estaba expectante y nada más que prestaban atención al escenario.
-Y el primer premio de “Inventores de ahora” 2010 es para… ¡La señorita Anne Andrews!
Lizbeth ahogó el grito de júbilo al oír el nombre. ¿Andrews? ¿Qué clase de broma era aquella? El ganador era su padre y así se lo había hecho saber el jurado hacía unos días. Tenía que haber algún error.
El público vitoreaba contento, ajeno a aquél malentendido. Una chica alta y pelirroja había salido de entre la multitud y había subido a la tarima para recoger el cheque de las manos de un despreocupado Darren. La chica lucía una ensayada sonrisa y saludaba a sus vecinos con una mano.
“No tiene pinta de haber inventado nada” pensó Lizbeth “Ni siquiera tiene pinta de saber leer.”
Alex parecía haber salido de su ensimismamiento y miraba hacia la tarima con el ceño ligeramente fruncido, pero ni siquiera se molestó en levantarse.
Lizbeth por fin divisó a su padre subiendo a la tarima con la cara roja de indignación. Se acercó a Darren, quien le sacaba una cabeza, y se encaró a él.
-¡Esto no es posible! ¡Tiene que haber cometido un error!-el presentador del certamen se limitó a mirarlo con lástima y a encogerse de hombros.
-Yo solo soy el presentador, amigo.
El padre de Lizbeth, sin ser consciente de lo cerca que estaba del micrófono, profirió en gritos:
-¡Esto es una desfachatez! ¡El jurado me nombró ganador hace días! ¿¡Qué clase de broma pesada es esta!?
El público, al escuchar aquello, comenzó a murmurar, y luego a quejarse. Más por tener un motivo por el que crear polémica que porque realmente les importara quien ganara o perdiera ese certamen.
Poco a poco comenzaron a insultar al director del concurso, ya que como realmente a nadie le caía bien, era una oportunidad perfecta para dejarle en evidencia.
Alex, con seguridad y semblante tranquilo, como si no oyera todos los insultos que iban dirigidos a él, se acercó al micrófono.
-El certamen ha finalizado, pueden marcharse-dijo quedamente.

La gente se fue dispersando poco a poco al ver que allí ya no iba a suceder nada más, pero se fueron farfullando y maldiciendo al director.

                                                                                                         Continuará...

¿Intrigados? ¿Qué habrá pasado con el premio? ¿Habrá alguien detrás de todo esto o se trata de un simple error? Si queréis saberlo seguir entrando al blog y pronto tendréis la respuesta ¡Comentad!


miércoles, 10 de julio de 2013

El Retorno de los Dragones


¡Buenos días, Visitantes!
Hoy retorno del abismo más profundo de aburrimiento y calor para traeros la reseña de El Retorno de los Dragones, la primera entrega de la trilogía: Crónicas de la Dragonlance, que fue escrita por Margaret Weiss y Tracy Hickman.
 
 
 
Weiss y Hickman fueron, junto con muchos otros, creadores de esos famosos juegos de Rol de Dragones y Mazmorras (¿Habéis jugado alguna vez? A mí me habría gustado probar, pero me han faltado amigos frikis como yo)  y fue a partir de las mismas partidas que ellos jugaban con sus amigos que escribieron esta trilogía, convirtiendo sus personajes de rol en los protagonistas de innumerables aventuras.
Esta historia se desarrolla en el universo de Krynn. Y como toda aventura de dragones y mazmorras que se precie, comienza en una posada. Allí es donde se reúne un viejo grupo de amigos que se separaron cinco años atrás para investigar la desaparición de sus antiguos dioses y, al mismo tiempo, la aparición de una nueva religión defendida por unos clérigos que se hacen llamar "Los buscadores".
Nuestro grupo de protagonistas se compone de 6 miembros: Tanis el semielfo, Flint el enano, Tas el Kender, Sturm el caballero, Caramon el robusto y fuerte guerrero y su hermano gemelo Raistlin, un mago de aspecto frágil y misterioso. Mientras los amigos recuerdan viejos tiempos, aparecen dos forasteros por la posada, una princesa de la tribu de las llanuras llamada Goldmoon y su acompañante, Riwerwind. Estos personajes son portadores de una extraña vara de cristal azul con poderes ocultos y que es buscada en todo Krynn.
Cuando un ejército de goblins aparece para hacerse con la vara por orden de los Buscadores y atacan a la pareja, el grupo de Tanis se lanza en su ayuda y todos juntos se ven obligados a huir de la ciudad, internándose en un viaje a través del continente y sus múltiples territorios, superando miles dificultades y asistiendo, sin saberlo, al estallido de las guerras que en secreto se han estado fraguando en su hogar donde intervienen todas las razas que allí habitan y también los dragones que han regresado a Krynn.
Vamos, una historia de aventuras en toda regla ¿A quién no le gustaría? ¡A mí sí!
Este universo de caballeros, elfos y magos al más puro estilo Tolkien me ha encantado. En especial porque los autores trabajaron mucho en la construcción de la historia anterior de esta tierra, sus mitos y sus leyendas y todos esos detalles hacen que la historia parezca tan real que me dio la impresión de estar leyendo sobre un sitio que realmente había existido.
La historia, al ser sólo la primera parte de una trilogía, sólo acaba de comenzar en este primer volumen, y me parecía que hasta los personajes transitaban por ella reaccionando a lo que ocurría sin tener muy claro cuál era su verdadero destino. Así que estoy deseando saber lo que pasa a continuación.
Sólo hay un par de cosillas que no me terminaron de encantar... Los capítulos eran, en su mayoría, demasiado cerrados. Casi como mini aventuras que empezaban y terminaban, así que nunca te quedabas con esa intriga que te obliga a seguir leyendo aunque sean las 3 de la mañana y te caigas de sueño.
Además, cuando el libro comienza la mayor parte de protagonistas ya se conocen de haber vivido juntos otras aventuras y de hecho, en ciertas partes hacen referencia a tales hechos ¡Pero no te los cuentan! Así que me dejaban con la curiosidad de saber cómo se conocieron, qué otras cosas vivieron juntos. Por suerte, los autores ya pensaron en esto y escribieron muchos otros libros donde recogían estas anécdotas perdidas ¡Uf, menos mal!
¿Y qué puedo decir de los personajes? De todas las reseñas que llevo (Sí, ya sé que sólo llevo tres...) ésta ha sido la vez que más me ha costado entregar el premio al personaje favorito. Con semejante grupo de personajes... y todos tienen algo que hace que les cojas un cariño especial de forma individual.
Pero después de mucho pensar y reflexionar, logré reducir la lista de nominados a 3: Tanis, Raistlin y Tas.
Tanis, el semielfo y líder del grupo. Es casi el protagonista indiscutible y como la mayoría del libro se narra desde su perspectiva, es del que más datos conocemos de su vida anterior. Es noble y valiente, y al no ser un caballero al uso como Sturm, está liberado de esos rígidos códigos de moral y ética que guían a dichos personajes. Se deja guiar por su corazón y su instinto, en especial cuando se trata de proteger a sus amigos.
Raistlin... curiosamente, me gusta justo por lo contrario. Es el mago del grupo. Un joven enigmático cuyo cuerpo ha sido casi destruido por la magia. Su pasado es un gran misterio, al igual que la fuerza de su lealtad al grupo. Está claro que oculta algo y que tiene sus propios planes. ¿Qué le voy a hacer?  Me encantan los personajes que esconden más de lo que muestran.
Y por último está Tas, el Kender. ¿Y qué es un Kender? Pues un Kender es una criatura pequeña, más bajito que un enano y con una eterna apariencia infantil. Son enormemente curiosos, alocados, intrépidos y a veces, tan crueles como sólo los niños pueden ser. Tienen la curiosa afición de tomar prestados objetos de otros por tiempo indefinido. Y, por supuesto, son increíblemente encantadores. Tas aporta el humor y la inocencia al grupo, siempre dispuesto a lanzarse el primero a una aventura por peligrosa que sea y siempre con una sonrisa.
Menudo dilema. En fin, tras mucho deliberar decidí darle el premio al personaje favorito a...
 
 
 
Por su eterno buen ánimo que mantiene ya sea cayendo por un abismo o siendo pateado por un apestoso goblin, Tas nunca pierde su alegría, ni la confianza en sus grandes amigos. No conoce el miedo y por eso es el único que se atreve a fastidiar a Raistlin.
Pero además, la balanza acabó decantándose por él y por todos los kenders del mundo porque en uno de los pasajes del libro conocemos que estos seres tienen una filosofía admirable que, hoy en día más que nunca, todos deberíamos aplicar a nuestra vida. Tas le cuenta a uno de sus amigos que en una ocasión le preguntó a su padre por qué los kenders no eran tan grandes como lo eran los elfos o los humanos y la respuesta de su padre fue:
 <<Los Kenders son pequeños porque están hechos para hacer cosas pequeñas. Si observas todas las cosas grandes de este mundo verás que en realidad, están hechas de la unión de pequeñas cosas [...] Son las pequeñas cosas las que marcan la diferencia.>>
 ¿Quién no siente últimamente que las grandes cosas que pasan a nuestro alrededor están fuera de nuestro alcance? ¿Y quién no siente pena o frustración o incluso enfado al pensar que son otros los que deben encargarse de ello y no lo hacen? Quizás deberíamos hacer como los Kenders y preocuparnos por las pequeñas cosas que sí podemos cambiar, aunque comparado con lo demás, parezca que no tienen importancia.
Espero que os haya gustado. Como siempre, podéis comentar lo que queráis. Y si os ha gustado Dragonlance, no dudéis en visitar Krynn.
 ¡Hasta la próxima reseña!
 
 
 
 

martes, 9 de julio de 2013

Microrrelato

Buenas, visitantes:
Hoy os traigo algo nuevo y diferente: un microrrelato.
Veréis, últimamente he estado leyendo sobre los microrrelatos y he descubierto que se trata de un género narrativo muy interesante que como el cuento o la novela, tiene muchos seguidores y ha sido utilizado por muchos grandes autores a lo largo de la historia.
Se trata de textos breves pero que deben ser muy intensos y hacer reflexionar al lector tras haberlos leído. Yo he leído unos cuantos y me han parecido fascinantes porque te obliga a usar tu propia imaginación mucho más que cualquier otro texto narrativo ya que al ser tan breve no suele darte contextos, una historia previa, ni siquiera te presenta los personajes. Es como mirar una fotografía de un momento de una historia aún mayor.
Y como he estado investigando las reglas y las características de estos textos, me he propuesto escribir alguno y compartirlo con vosotros. Aunque al ser el primero, no estará muy bien. Si alguien que lo lea, quiere dejar algún comentario con su opinión recordar esto último.
Bueno ahí va, en primicia, mi primer microrrelato:

 
Ahí estaba todo lo necesario. Podría hacerlo. Las herramientas dispuestas y en su mano: una cebolla. Grande y redonda.
Pronto sería tarde. El caldo rebosaba por los bordes de la cazuela de mil comidas. Alzó el cuchillo para cortar la cebolla. Podía hacerlo. No era difícil.
-Sólo estoy preparando una sopa para mi familia- se recordó.
Apretó la cebolla y los labios. Pero ésta acabó cayendo al suelo y su pie la aplastó con violenta resignación.
-Cenicienta- rugió su hermanastra.- ¡Serás lenta! ¡Hoy no irás al baile!-
Apretó el cuchillo y los dientes, una vez más.

<<La cebolla envenenada>>
Espero que os haya gustado ^^

domingo, 7 de julio de 2013

Ródope y Pies de Loto


¡Calurosos saludos visitantes!
Ha llegado un nuevo domingo y nueva lectura. Ya sabéis que yo, Ayi, os traigo a esta sección versiones desconocidas que fueron el origen de nuestros queridos cuentos infantiles. Y hoy voy a hablaros de La Cenicienta porque sé que es el cuento favorito de alguien muy importante para mí.
Todos conocemos la historia de Cenicienta, o mejor dicho, conocemos el cuento que Perrault incluyó en su colección <<Cuentos de mama ganso>> y que después Disney explotó  para hacer su famosa película de dibujos.


 
 
¡Pero no es la única versión ni mucho menos! Hay muchas otras repartidas por todo el mundo. La que más se parece a la de Perrault, fue la que escribieron los hermanos Grimm. Sólo presenta ligeras variaciones como por ejemplo que en lugar de hada madrina, es una paloma mágica quien le da a Cenicienta los vestidos y los zapatos de oro. Y digo vestidos, porque, según los Grimm, Cenicienta asiste a tres bailes y no a uno. Al final del tercero, el príncipe, que había estado con Ceni las tres noches y no quería que volviera a huir, llena el suelo del castillo de pegamento (como veis, el príncipe de los Grimm tenía más iniciativa que el de Perrault, aunque no más inteligencia) y ahí es donde se queda pegado el zapato.  El final es un poco más gore que el de Perrault, pues cuando el príncipe busca a Ceni y llega a la casa de las hermanastras, éstas llegan incluso a mutilarse los pies para poder ponerse el zapatito. Por suerte, la paloma avisa al príncipe de la artimaña para que no se vaya con ellas (de nuevo, podéis ver lo avispado que era este principito) y acaba casándose con la heroína.
Pero yo me he remontado mucho más atrás en busca de sus orígenes y de entre las numerosas versiones que encontré, he decidido relataros las dos que más me han gustado y donde aparecen varios elementos que después se incluirían en las versiones actuales del cuento. Espero que os guste.




 
  La primera es, creo, la más antigua y proviene de Egipto.

 La leyenda de Ródope.



Erase una vez en Egipto, una muchacha llamada Ródope.
Ródope había nacido en Grecia, pero de niña había sido secuestrada por unos piratas que después la vendieron como esclava a las orillas del Nilo a un egipcio que tenía una gran casa al otro lado del río cuidada por un número sospechosamente alto de sirvientas.
Éste era, a pesar de todo, un buen hombre, si acaso era un pelín perezoso, pues se pasaba los días durmiendo bajo un árbol (motivo por el cual necesitaba tantas sirvientas) y no se daba cuenta de que el resto de siervas eran muy malas con Ródope (Se podría decir que como era la nueva le hacían "mobbing") debido a lo diferente que era a ellas. Mientras que las otras tenían el cabello liso y negro, los ojos castaños y la piel morena; Ródope tenía largos tirabuzones rubios, los ojos verdes y la piel pálida que cada día el sol enrojecía. Por eso todas se burlaban de ella llamándola "mejillas sonrojadas". Pero no os dejéis engañar por lo simple del insulto, aparte de eso, la cargaban a ella con todo el trabajo de la casa y Ródope sólo contaba con el consuelo de la compañía de ciertos animales que vivían junto al río, para los que a veces cantaba y bailaba.
Un atardecer, su amo oyó el canto de la esclava y se despertó. Siguió la dulce melodía hasta la orilla del río y quedó fascinado al ver el modo en que la chica bailaba y giraba de un casi tan ligera como el viento y le gustó tanto lo que vio, que le regaló un par de sandalias muy especiales hechas a mano, de color rojo brillante y la suela de cuero. Como imaginareis, esto no ayudó precisamente a que Ródope ganara popularidad entre sus compañeras.
Un día, llegó a la casa la noticia de que el Faraón estaba de visita en Menfis y que en su honor, se celebraría una gran fiesta a la que estaban invitados todos los habitantes de Egipto. Todas las sirvientes se vistieron con sus mejores galas, incluida Ródope. Pero cuando estaban a punto de partir, las sirvientas celosas engañaron a Ródope y se marcharon sin ella en la última barca, a través del río. La esclava intentó seguirlas, pero sólo consiguió empaparse sus queridas sandalias, así que con tristeza y frustración las puso a secar al sol de la tarde. Cuando de pronto, el cielo se oscureció de golpe y de él salió un majestuoso halcón que descendió en picado sobre las sandalias y se llevó una en sus garras. Ródope se asustó y sólo cuando el pájaro se hubo marchado, se acercó a recoger la otra sandalia.
En Menfis, el Faraón observaba la fiesta desde su trono, muy, muy, muy aburrido. De repente, un halcón entró por la ventana y dejó caer sobre su regazo la sandalia. El Faraón la sostuvo en sus manos, observándola con atención pues sabía que era algo importante, ya que había identificado al halcón como una reencarnación del dios Horus. Por lo que decidió buscar a la dueña del calzado y convertirla en su esposa.
Después de rastrear todo su territorio, embarcó en uno de sus navíos para recorrer el curso del río, parando en cada orilla en la que habitaba alguna doncella. Así fue como llegó a la gran casa de las sirvientas. Éstas reconocieron enseguida la sandalia y obligaron a Ródope a esconderse entre los juncos del río y una a una se intentaron probar la sandalia, sin que ninguna lograra ponérsela. Justo cuando el Faraón se iba, descubrió a la chica que se ocultaba entre los juncos y la pidió que se probara la zapatilla. Ródope no sólo se la probó, sino que también sacó su propia sandalia y al ponérselas, el Faraón anunció que se casaría con ella. Las sirvientas, muertas de envidia, protestaron alegando que Ródope no era más que una esclava y que ni siquiera era egipcia. Pero el Faraón las calló diciendo:
-Es la más egipcia de todas, pues sus ojos son verdes como el Nilo, su cabello tan plumoso como el papiro y su piel tan rosada como la flor de loto.-
Y se casó con ella.

Menuda respuesta ¿Eh?
Para terminar os dejo la versión china que he encontrado. Espero que os haya gustado este pequeño viaje a través de la historia de la Cenicienta. Dejadme algún comentario y decidme cuál es vuestra versión favorita.
Nos veremos pronto para desentrañar los orígenes de más cuentos. ¡Hasta la próxima!

 La leyenda de Pies de Loto

 
Esta versión se desarrolla en China durante la dinastía T'ang, un período durante el cual un hombre podía casarse con varias mujeres.
Un hombre llamado Wu tenía dos esposas y una hija con cada una. Pero una de ellas enfermó y acabó muriendo de modo que su hijita quedó a merced de la otra mujer, que la odiaba porque era más hermosa que su propia hija. A espaldas de Wu, la mujer convirtió a la huérfana en una sirvienta: le arrebató todas sus posesiones y la hacía trabajar muy duro cada día. Pero no contenta con eso, mientras realizaba todas las tareas domésticas la obligaba a llevar puestos unos diminutos zapatitos y con el paso del tiempo, sus propios pies se volvieron increíblemente pequeños; y por eso todos empezaron a llamarla "Pies de Loto".
Un día en el que Pies de Loto lavaba la ropa en un estanque, se le apareció un hermoso pez dorado, de enormes ojos y que podía hablar; por lo que se convirtió en el único y más querido amigo de la chica. Pero su madrastra lo descubrió y cuando la escuchó hablando con el pez se dio cuenta de que éste era en realidad la reencarnación de la madre de Pies de Loto, a la que ella, junto a su fea hija, habían envenenado para que muriera. Una vez más, esta terrible mujer ideó un plan para mortificar a su hijastra: a la mañana siguiente se puso las sucias y viejas ropas de Pies de Loto y acudió al estanque. El pez, creyendo que se trataba de la dulce huérfana, salió a su encuentro confiado y en cuanto asomó la cabeza fuera del agua, la madrastra lo agarró, se lo llevó a la casa, lo cocinó y lo sirvió de cena al resto de la familia.
Pies de Loto se entristeció tanto al descubrirlo que abandonó la casa en plena noche y regresó al estanque vacío. Mientras lloraba la injusta muerte de su amigo, apareció una anciana sabia que dijo conocerla y saber todo lo que había pasado. Le dijo que volviera a casa y buscara los restos del pez para ocultarlos en un sitio seguro. Al tratarse de un pez mágico, sus restos también lo serían y si algún día necesitaba ayuda, lo único que tenía que hacer era pedir un deseo a los restos y los espíritus lo harían realidad. Pies de loto obedeció y ocultó los restos de su amigo en un lugar donde ni su madrastra ni su hermanastra pudieran encontrarlos.
El tiempo pasó y a la casa de la familia llegó una gran noticia: para celebrar el año nuevo chino se había organizado una fiesta en el pueblo a la que estaban invitados todos sus habitantes. Era una fiesta a la que acudirían los mercaderes más ricos del lugar y las jovencitas vestirían sus mejores ropas con la intención de atraer la atención de alguno de ellos.
Tanta la madrastra como su hija se prepararon para tal evento, pero sabiendo que la presencia de Pies de Loto eclipsaría a su fea hija, la madrastra la obligó a quedarse en casa. Cuando éstas se marcharon a la fiesta, Pies de Loto pidió ayuda a los restos del pez y los espíritus respondieron convirtiendo sus harapos en un precioso vestido azul y adornando sus pies con un par de zapatitos de oro.
Así vestida, Pies de Loto acudió a la fiesta donde causó sensación entre los jóvenes comerciantes. Por desgracia, fue tal el revuelo que armó en la fiesta que la madrastra, curiosa, se le acercó para ver de quien se trataba y no tardó en reconocer a su hijastra. Cuando Pies de Loto se dio cuenta de que había sido descubierta, echa a correr tan rápido que en su huida perdió uno de sus zapatitos.
Al llegar a casa el hechizo se rompió: sus ropas se desvanecieron y los restos del pez desaparecieron. Pero le quedó el otro zapatito como recuerdo de la fiesta.
El zapatito perdido cayó en las avariciosas manos de un mercador que pasó días y días buscando a un comprador digno de tan impresionante calzado. Finalmente, fue el príncipe quien compró el zapato después de caer fascinado por su belleza y cuando por fin lo obtuvo, no pudo dejar de imaginar a la gran dama a la que habría pertenecido, así que se propuso recorrer el país hasta dar con ella.
No tardó mucho en aparecer en la casa de Pies de Loto preguntando por todas las doncellas que allí vivían. La madrastra encerró a Pies de Loto en una habitación y presentó a su hija como la única doncella de la casa. Aunque ésta intentó ponerse el zapato, su pie era demasiado grande; pero su madre estaba tan desesperada porque el príncipe eligiera a su hija que le ordenó que se cortara tres dedos, de modo que el pie por fin le entró en el zapatito. Lógicamente, el príncipe se dio cuenta del engaño y se marchó.
La estancia de Pies de Loto en aquella casa era cada vez más insoportable. Sin su madre y sin su amigo el pez, todo lo que le quedaba era un triste zapatito de oro para recordar tiempos mejores, así que, una noche se coló en el castillo del príncipe dispuesta a recuperar el otro. Sin embargo, los guardias la descubrieron y la llevaron ante el monarca. Ella le explicó que ese zapato le pertenecía, pero él no la creyó al ver los harapos que vestía, hasta que Pies de Loto sacó el otro zapatito. Cuando se hubo calzado los dos, sus ropas se transformaron de nuevo en el vestido azul y el príncipe se enamoró de ella a primera vista y le pidió que se casara con él. Pies de Loto aceptó y vivió para siempre feliz con su príncipe en el castillo.
Y como castigo para la madrastra y su hija por intentar engañar a un monarca, fueron condenadas a vivir para siempre en una oscura cueva que acabó derrumbándose con ellas dentro al estallar una lluvia mágica de rocas.
¡Hasta la próxima!