domingo, 12 de mayo de 2013

Sol, Luna y Talía.

¡Saludos visitantes!
Ha llegado mi turno para compartir con vosotros alguna lectura que me haya parecido interesante o especial y ¡Aquí está!
Tenía pensado colgar los cuentos clásicos (ya sabéis: blancanieves, la cenicienta, caperucita roja...) pero las versiones de los hermanos Grimm o Charles Perrault, pero estoy segura que las conocéis de sobra, no sólo porque os las hayan leído vuestros papis, sino porque Disney y alguna otra productora de cine se han encargado de explotarlos bastante bien.
Lo que a lo mejor no sabéis es que Disney tomó y manipuló esos cuentos de las versiones de los Grimm, quienes ya se habían tomado la molestia de suavizar MUY Y MUCHO versiones aún más antiguas y oscuras de esos cuentos (y que no eran, en ningún caso aptos para los niños).
Pero como en este blog no somos nada impresionables, he estado buscando algunas de esas viejas y oscuras versiones para que descubráis cuánto hay que agradecer a los Grimm.
Voy a comenzar con: "Sol, Luna y Talía". Es un antiguo cuento napolitano de 1836 de un tal Giambattista Basile y que según parece fue el origen del cuento de la Bella Durmiente del Bosque. Por internet he encontrado varias versiones del cuento que difieren en pequeños detalles, así que os lo he escrito reuniendo los puntos más importantes y lo he suavizado un poco.
Espero que os guste.




Sol, Luna y Talía.

Erase una vez, en un reino muy, muy, muy lejano (del sitio desde el que os cuento esta historia) donde vivían un rey y una reina que acababan de tener una hija a la que llamaron Talía.
Como suele ocurrir en estos reinos de cuento, el rey organizó una gran celebración por el nacimiento de su hijita que además resultó ser el bebé más hermoso y encantador que jamás se había visto por aquella corte. Mas ocurrió que los sabios y adivinos del rey, que habían estado vigilando el porvenir de Talía, le advirtieron que debía tener cuidado con el lino y el cáñamo, pues una de esas plantas causaría la muerte de la joven princesa.
Así que el rey dictaminó que, desde ese mismo instante, tanto el lino como el cáñamo estaban totalmente prohibidos en su reino. Y como era el rey nadie le pidió demasiadas explicaciones por haber dejado sin trabajo a un sinfín de agricultores, recolectores, comerciantes, etc.
Los años pasaron y el rey estaba tan orgulloso de su idea que perdió el miedo. Y decidió no hablarle a Talía de lo que sabía acerca de su destino, así que la niña creció tranquila y feliz.
Un día, cuando Talía contaba ya con veinte años, paseando por las afueras de su reino se encontró con la típica anciana de los cuentos que queriendo o no, están ahí para traerle problemas a la protagonista. Esta ancianita en concreto, debido a su avanzada edad no se había enterado de la prohibición del rey con respecto a ciertas plantas, o puede que simplemente pensara que aquello no iba con ella. El caso es que Talía se la encontró con su vieja rueca hilando un poco de lino y un poco cáñamo mientras pasaba la tarde. Y claro, cuando la joven vio ese extraño artefacto que era capaz de convertir esas plantas en ropa, ella quiso intentarlo también. Y todo el mundo sabe que a una princesa no se le puede decir que no.
Así que la princesita ocupó el asiento de la anciana y se puso a hilar. ¿Y qué pasó? Pues que tal y como los sabios habían predicho, una diminuta brizna de esas plantas salió disparada de la rueca y se clavó bajo una uña de uno de los dedos de Talía que cayó dormida al instante.
Pero no murió. Sólo cayó dormida en un sueño preocupantemente profundo. Al menos eso sirvió para aplacar las ansias de venganza del rey contra su ejército de adivinos, pues no entendía cómo era posible que después de veinte años vigilando el futuro de la chica, ninguno lo hubiese visto venir. Ellos, quizás un poco para salvar su propio pellejo, aconsejaron al rey que preparara una habitación donde la princesa pudiera reposar, pues algún día alguien encontraría el modo de despertarla.
Y así lo hizo el rey. Dejó a su hijita durmiendo plácidamente en un cuarto de la torre más alta de su castillo. Y el tiempo siguió pasando.
Un día, un joven rey de un reino vecino que andaba por allí cazando, pasó muy cerca del castillo de Talía, tanto que el halcón que iba persiguiendo se coló por la ventana de la torre.
Debía ser uno de esos días en los que todo el mundo de ese castillo andaba muy ocupado... en otra parte, porque el rey, que se decidió a entrar, lo encontró totalmente desierto. Así que se dedicó a recorrerlo guiado por su curiosidad, y acabó subiendo a la torre más alta, donde encontró a Talía dormida.
A pesar de los años, su belleza y encanto se habían mantenido imperturbables y cuando el rey la vio, quedo fascinado. Fue tal la fascinación que sintió, que no pudo resistir un oscuro deseo que se apoderó de él y acabó manteniendo relaciones sexuales con Talía. Sí, a pesar del evidente inconveniente de que ella seguía dormida (supongo que a todos se nos viene a la mente la misma horrible palabra).
El rey se marchó y nadie del castillo supo lo que había ocurrido hasta que nueve meses después, aún inconsciente, Talía dio a luz dos bebés: Un niño al que llamaron Sol y una niña a la que llamaron Luna.


Las doncellas que, en teoría, debían velar por la princesa (y que obviamente no habían hecho un buen trabajo) se dedicaron entonces a cuidar de los bebés, con un poquito más de atención y profesionalidad, aunque tampoco tanto, para qué nos vamos a engañar. Pues un día, colocaron a Sol sobre su mamá para que se alimentara y le dejaron allí solo. El niño, hambriento, no era capaz de alcanzar el pecho de su madre, así que, en lugar de eso, le chupó un dedo. Justo el dedo en el que aún estaba clavada esa brizna maldita. Y gracias a que Sol chupó, logró sacársela y Talía despertó por fin.
Aunque le llevó a algún tiempo hacerse a la idea de haberse quedado dormida siendo doncella y despertar convertida en madre de dos criaturas, lo que tiene ser protagonista es que tienes que echar mano de una incomparable capacidad de aceptación (y todo ese rollo de los limones y la limonada) para seguir adelante con tu cuento pese a las dificultades. Ayudó que los bebés eran monísimos.
En el reino vecino, el rey pervertido recordaba una y otra vez su encuentro con Talía y ansiaba verla de nuevo, así que dejó su palacio y acudió en su busca. Pero ¡Sorpresa, sorpresa! Talía estaba despierta y había tenido dos hijos. No obstante, eso no amilanó al rey que se presentó y tras admitir lo que le había hecho estando ella dormida, afirmó ser el padre de los pequeños.
Y, sorprendentemente, en lugar de enfadarse, horrorizarse o mandar que le cortaran la cabeza (y lo que no es la cabeza), Talía le permitió quedarse para conocer a los niños. Ni que decir tiene que debía ser un rey muy, muy, muy, muy guapo porque Talía fue capaz de olvidarlo todo y acabó por enamorarse de él. Y él de ella, claro.
Por desgracia aún quedaba un secretillo que el rey no había mencionado, seguramente para no preocupar a la buena de Talía y es que ya había una reina esperándole en su palacio. Él ya no la amaba, había sido un matrimonio por conveniencia y la mujer, que se había ido volviendo más y más desagradable con los años, ni siquiera le había podido dar hijos. Aún así, el rey debía volver junto a ella, por una cuestión de honor y por temas de custodia del palacio.
Al final, regresó a su reino. Mas no era feliz pues echaba mucho de menos a su otra familia, incluso soñaba con ellos por las noches. Una de esas noches, además, le dio por hablar de ellos en sueños y la reina, que sufría insomnio por lo aburrida que era su vida, lo oyó todo.
El disgusto y la sorpresa que se llevó la mujer fueron impresionantes y a escondidas del rey, ordenó a sus soldados que trajeran ante ella a esos niños bastardos. Y claro, cuando los vio tan monos y regordetes (teniendo en cuenta que ella no había podido ser madre) su indignación y su odio alcanzaron cotas insuperables. Mandó llamar al cocinero real y le ordenó que los matara para hacer con su carne un guiso que después le dio a comer al rey.
Justo en el momento en que el rey se acababa el plato, la reina le gritó: "¡Ja! ¡Acabas de comerte tu sangre y tu carne!" El rey estuvo a punto de perder el juicio cuando entendió el significado de aquellas palabras.
Y no contenta con semejante crueldad, la reina ordenó que apresaran a Talía y la trajeran ante ella. Una vez que la tuvo en sus manos, planeó quemarla viva por bruja, pues había hechizado a su marido.
La ató en una pira y encendió el fuego a sus pies.  Entonces, cuando Talía estaba a punto de morir, el rey apareció y empujó a la reina al fuego para salvar a su autentico amor.
Cuando la reina hubo muerto, el rey quiso casarse con Talía, quien a pesar de la pena por la muerte de sus hijos, aceptó al rey.
Pero aún quedaba una sorpresa: el cocinero real había visto a los niños tan guapos e inocentes que no había tenido el suficiente valor para matarlos y había engañado a la reina con un simple guiso de carne de cabra.
Así que al final, Talía se casó con su rey y vivieron felices con sus niños preciosos en el reino, por siempre jamás.



FIN.
Bueno, esta es la historia.
Espero que os haya gustado lo suficiente como para dejarme un comentario con vuestra opinión. También podéis dejarlo si os ha gustado sólo a medias.
¡Hasta la próxima lectura!^^
 

3 comentarios:

  1. Hola mi comentario era sobre la reseña de emma, me encanta como lo has escrito y aunque no entra en mis planesleer el libro, te asegura que despues de tu reseña me lo leeria de un tiron.
    mucha suerte chicas

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  2. Muy bonita la historia felicidades !!!

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  3. Muy bonita la historia felicidades !!!

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