jueves, 25 de abril de 2013

Dylan y el hada de la lluvia

¡Hola visitantes del blog Multijugos!
Hoy inauguramos otra de nuestras secciones, la de Nuestras historias, compartiendo con vosotros una historia que escribí hace ya bastantes años. Creo que tenía unos 17 o 18 años cuando me decidí a escribirla aunque llevaba tiempo queriendo escribir algo sobre hadas.
Espero que os guste y como siempre, todos los comentarios serán bienvenidos ^^
Hoy os presento la primera parte, y en los siguientes días iré subiendo el resto.

 
Parte 1:

Ni una sola gota de lluvia.
Hacía ya dos meses que no caía una sola gota de lluvia del cielo. La reina Ariadnna llevaba con el ceño fruncido casi treinta minutos y el mismo tiempo que llevaba dándole vueltas al tema del agua. Como única soberana de Azzynor tenía todo el derecho y además el deber de preocuparse por la penosa situación que azotaba su reino. Aunque su Oráculo le hubiese sugerido que no se preocupara demasiado por el agua.
Era en aquellas situaciones cuando Ariadnna se sentía más sola. Solía recordar los días en que su marido Owen, cuando aún estaba vivo, plantaba cara a los problemas como ése con una sonrisa desafiante. Le echaba de menos... pero ya no se dejaba arrastrar por el dolor.
Había intentado reunir a unos cuantos de los brujos más notables de Azzynor para que todos juntos trataran de realizar un simple conjuro para atraer las lluvias, pero obviamente no había funcionado. Los brujos de Azzynor cada vez contaban con menos poder... la magia que las salamandras y las hadas del aire podían ofrecer se apagaba cada vez más.
No sabía que debía hacer y temía que los magos de Kazzusun aprovecharan la debilidad de Azzynor para atacar y atestarles el golpe definitivo. Pero Ariadnna prefería ni pensar en esa posibilidad tan desalentadora.
Se acercó a la ventana y miró con desánimo hacia abajo. Estaba en la alta torre negra de su castillo oscuro, justo en el centro del territorio de las tierras del sur. Desde allí, en teoría, podía verlo todo: las destartaladas casas de sus habitantes desperdigadas alrededor del castillo y establecidas sin demasiado sentido. Y más al sur, las tierras desérticas con los pantanos de fuego donde estaban las hadas.
Giró la cabeza malhumorada con ellas, esas malditas hadas no hacían todo lo que podían para ayudar con su magia... estaban acabando con su pueblo y con sus nervios.
En dirección al norte estaban los escasos árboles de sus bosques y más allá el gran laberinto que les separaba de sus enemigos: los magos blanquitos de Kazzusun, donde extrañamente las nubes si dejaban caer su agua.
Eso era sin duda lo que más molestaba a Ariadnna.
Eso y que su hijo Dylan no la ayudara lo más mínimo con el problema.
Ariadnna se frotó los brazos mientras se acercaba al gran espejo. Su hijo era el futuro rey de Azzynor, pero no le preocupaba en absoluto su herencia, ni ayudaba a su madre en la tarea de gobernar y ella estaba demasiada cansada de hacerlo sola.
Frente al gran espejo, Ariadnna se echó hacia atrás el largo cabello castaño y se concentró en llamar al escaso poder que quedaba en su interior alegrándose de que el hechizo para encantar al espejo no fuera demasiado complicado.
Cerró los ojos para abrirlos en pocos segundos y fijarlos en su reflejo mientras la frecuencia de su respiración aumentaba.
-Muéstrame a Dylan- ordenó la reina.
La imagen del espejo se oscureció y el reflejo de la soberana desapareció. En su lugar, apareció un paisaje vegetal. Árboles altos aparecieron por todas partes y los arbustos casi marchitos poblaban el suelo. Al principio, no apareció nadie en la escena y Ariadnna entrecerró los ojos para que la luz del sol que se filtraba entre los árboles no la deslumbrara demasiado.
Parpadeó un par de veces y por fin vio a su hijo. Soltó un suspiro de resignación. Allí estaba el futuro heredero de Azzynor: tumbado entre las hojas caídas de los árboles, con el pelo revuelto y los brazos bajo la cabeza a modo de almohada. En su vida había visto jamás una escena más insultante para ella y su orgullo. Su hijo ahí tirado como un insecto más del campo con esa actitud de pereza tan increíble, acabó de desquiciarle los nervios.
¿Por qué ese crío siempre hacía lo que le daba la gana? Recordaba perfectamente que le había ordenado que se quedara con la nariz pegada a los libros de la biblioteca. Definitivamente ese chico se burlaba de ella.
En ese momento Dylan hizo una mueca. Ariadnna vio como susurraba algo y una enorme hoja flotó hasta colocarse sobre su cara para quitarle el sol que le daba de lleno en su atractivo rostro.
Ariadnna sonrió de forma sarcástica “Ese es mi niño... mira para lo que gasta sus poderes” pensó con fastidio.
Cerró los ojos y dijo las palabras para que le imagen se desvaneciera antes de romper el espejo de un golpe.
Se alejó hacia su trono mientras sacudía la cabeza. Con esa ayuda por parte de su único hijo no le extrañaba que la cosa estuviera tan mal. Ni se quería imaginar lo que sería de Azzynor cuando Dylan tomara el control... sólo quedaban dos años para que cumpliera 18 y eso ocurriera. Ariadnna temía y ansiaba ese día a partes iguales.

Todo lo contrario que Dylan... que por ningún motivo quería que llegara ese día. Aunque tampoco lo temía. La idea de que todas esas responsabilidades cayeran sobre él le abrumaba, le aburría y le enfadaba, pero no le daba miedo.
Simplemente sabía que no estaba hecho para dedicar su vida a gobernar un reino, pero su madre no lo quería entender.
El quería ser libre en todos los aspectos. Quería irse a vivir a la Tierra y tener una vida normal para poder hacer lo que quisiera, vivir donde quisiera y estar con quien quisiera... con las que quisiera. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa cuando esa idea llegó a su mente, se divertiría tanto en la Tierra...
Deslizó las piernas sobre el suelo mientras bostezaba y abría los ojos. De no haber sido por la hoja que los tapaba, el sol se los habría quemado. Hacía demasiado calor... su madre aún no había arreglado el problemilla del agua. Si no hacía alguien algo enseguida todo Azzynor se convertiría en un horno.
Pero no era su problema, pensó él girándose hacía un lado.
Hablando de problemas... Dylan recordó que debería estar estudiando alguno de los aburridos libracos que había amontonados en la polvorienta biblioteca del castillo. Se estaba buscando otra de las eternas broncas de su madre sobre su pereza y su falta de responsabilidad.
¡Sólo tenía dieciséis años, podría darle un respiro!
La magia le gustaba, sentir el poder recorriendo su cuerpo desde lo más hondo, viajando por sus venas hasta estallar en la punta de sus dedos. Sentir que puedes hacerlo todo y que tu voluntad es lo más poderoso, era sin duda una cosa genial y no quería renunciar a ello.
Además se le daba bien. Dylan siempre había pensado que tenía un gran talento para la magia.
Por eso no le costó notar la perturbación que hubo en el ambiente cuando ella apareció.
Dylan no se movió, pero se puso alerta. La expresión de perezosa calma que adornaba su rostro desapareció y sus ojos se movieron con lentitud buscando a ese alguien.
No era un brujo... lo sentía. Ni tampoco un mago de Kazzusun...
De pronto oyó una cantarina risa a su espalda. Dylan se levantó de un salto y se giró.
Frunció el ceño e hizo una mueca. No era más que un hada... había malgastado energías para nada.
Era una de esas hadas del aire. Tenían el mismo tamaño que los humanos y por eso en ocasiones algún brujo despistado solía confundirlas, pero tenían claros rasgos que las diferenciaban de ellos.
Esta era bastante pequeña. Una larga melena de pelo sedoso negro le caía sobre la espalda hasta la cintura y tenía los ojos del mismo color con un gran brillo, también tenía una nariz pequeña y manos pequeñas y nerviosas que movía a los lados de su pequeño cuerpo. Todo en ella era pequeño. Sus mejillas estaban algo ruborizadas, pudo notar Dylan, aunque su piel tenía ese tono azulado característica de las hadas de su especie. Se preguntó que estaría haciendo por allí... Miraba a Dylan con guasa poco disimulada en su rostro.
-Hada- saludó Dylan haciendo gala de su tono diplomático de príncipe.
-Príncipe Dylan- respondió ella con una ligera reverencia, pero en su rostro seguía esa sonrisilla burlona. Sus ojos fueron hasta los de Dylan.- ¿Descansando en nuestro bosque tras un largo y duro día de trabajo?-
Dylan la miró con superioridad, aquella hada no le daba buena espina, sobretodo por el tono que había usado.
-Así es- respondió él seriamente. Le pareció que el hada se reía de nuevo, pero ella no cambió su expresión. Dylan creyó oír esa risa en el viento que movió su pelo.
-Es un honor que hayáis elegido nuestro bosque- dijo el hada. Se mostraba educada y sumisa, pero Dylan creía entrever en su voz y en su mirada descaro hacía él, y no soportaba que nadie se riera de él así que decidió que aquella hada merecía una reprimenda.
-Hace demasiado calor- dijo Dylan. El hada cambió el peso de una pierna a la otra sin dejar de mirarle. -¿Cuál es tu nombre?-
-Lilith, majestad- contestó. Él asintió.
-Ya deberíais haber hecho algo con el problema de la lluvia- continuó él.- ¿Acaso no sois hadas del aire? Este calor es insoportable- No logró que le saliera el tono de reproche adecuado, pero sus palabras destilaban una buena dosis de superioridad y severidad. Sin embargo, esa hada no parecía asustada... le desafiaba con la mirada.
-La Reina Ariadnna ha comunicado la situación al pueblo de las hadas pero nosotras no podemos hacer que llueva, ese conocimiento es propio de los brujos- respondió ella.- Como vos sabréis, majestad- Dylan dio un ligero respingo.
-¿Insinúas que no sé mejor que un hada que poderes tienen los brujos y cuales vosotras?- preguntó ofendido. El hada bajo la mirada.
-Por supuesto que no, majestad- dijo ella. Pareció que le ocultaba otra de esas extrañas sonrisas suyas.- Todos en el bosque sabemos lo... duramente que... trabajáis cada día para...- la voz del hada se detuvo y Dylan la miró extrañado. De repente el hada se echó a reír de forma escandalosa, como si llevara un buen rato aguantando esas carcajadas en su interior.
Dylan abrió la boca sorprendido y furioso.
-¡Basta! ¡Silencio!-  le ordenó. Pero eso sólo sirvió para que el hada se riera aún más fuerte y tuviera que sujetarse el estomago. – ¡Te juró hada que como no pares de reír te voy a ...!- El hada se calmó poco a poco y soltó un gran suspiro.
-Perdonadme, Príncipe Dylan- consiguió decir con la cara de un tono azul oscuro.
-¿Cómo te atreves a reírte de ese modo del futuro rey de Azzynor y pedir perdón como si nada?- preguntó él. Realmente no se lo explicaba, pensaba que los demás le respetaban por lo que era o, al menos, por lo que un día sería.
-Lo lamento profundamente- dijo ella.- Pero antes os he visto ahí tumbado dormido, entre las hierbas y luego me habías recriminado que las hadas no hacemos nada por solucionar el problema del agua...- intentó explicar. Pero Dylan sacudió la cabeza.
-No estaba dormido. Mi cabeza estaba en profundas reflexiones tratando de buscar una solución... Además ¿desde cuando un simple hada como tú puede hablarle a un rey como si fuera un común silfo?- El hada arrugó la nariz.
-Disculpad, majestad- murmuró en tono molesto.- Pero vos no sois el rey aún- puso un especial énfasis en la palabra <<aún>>.
-Pero lo seré pronto- Un escalofrío le recorrió toda la espalda, pero se obligó a no hacer caso a esa sensación.- Y debes tenerme respeto aunque aún no lleve la corona-
-¿Cuándo llevéis la corona también vendréis aquí a dormir?-
-¡Que no estaba dormido!- repitió Dylan con vehemencia. El hada arqueó las cejas y sus ojillos brillaron.
-Lo que vos digáis, majestad- murmuró antes de desaparecer.
¿Sería posible que ni un hada esmirriada y coqueta le tuviera respeto? Una cosa era que no quisiera ser rey y otra muy distinta que los demás le trataran de ese modo... se había reído en su cara...

Y hasta aquí la primera parte. Para conocer el destino de Dylan, Azzynor o simplemente porque os apetece ver la broncaza que le espera al joven príncipe cuando vuelva a casa, estad atentos a las actualizaciones del blog.
Hasta pronto!

2 comentarios:

  1. Buenas!^^
    Presiento que me va a gustar mucho esta historia! Por ahora, el comienzo me ha enganchado, y sobre todo cuando aparecen Dylan y Lilith, qué guasona es! Cuando le dice que todo el mundo sabe lo duramente que trabaja y se echa a reír jajaja!
    Me gustan las historias de fantasía y esta me parece muy interesante, me pasaré próximamente.
    Un saludo!

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  2. Gracias!!!!
    Eres la primera que comenta esta historia aunque la subi hace bastante!! Espero que te guste toda entera!
    Jajaja, asi son las hadas, tronchantemente sinceras y les da igual que seas príncipe, que seas panadero!
    A mi tb me encantan las historias de fantasía y siempre suelo meter algo fantástico ^^
    Gracias otra vez que me hace mucha ilu! jaja y nos vemos por aquí!!
    Byee

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