Fueron
pasando los días, y lejos de que esto aplacara a la gente, ésta sentía aun más
aversión por Alex. Llegó un momento en el que el joven director no podía apenas
salir de su casa sin que le llovieran los insultos o fuera víctima de las
gamberradas de los adolescentes del pueblo.
Pronto
la gente se acostumbró a no verlo caminar solo y taciturno como siempre solía
hacer. Algunos pensaron que se había marchado definitivamente del pueblo.
Después
de varios meses llegó el verano. La gente ya había olvidado el incidente del
certamen, si bien no Lizbeth ni su padre.
Como ya
no contaban con el dinero del premio, Lizbeth se había visto forzada a buscar
un trabajo. Contestó a un anuncio en el que se precisaba una profesora de
literatura que pudiera acudir al domicilio para impartir clases a un niño de
nueve años. No tardaron mucho en enviarle una respuesta diciéndole que estaba
contratada.
Lizbeth
acudió a la dirección que venía en el anuncio, un gran caserón alejado del
pueblo. Se sintió cohibida cuando caminó hacia la puerta y llamó golpeando ésta
suavemente con los nudillos. Enseguida se oyeron unos pasos acercándose por el
rellano y Lizbeth no pudo contener su sorpresa cuando el joven director del
certamen, Alex, le abrió con el ceño fruncido y semblante serio.
-Pase
señorita Welford-dijo Alex haciéndose a un lado para dejarla pasar.
-Gracias
señor…Mayfair-contestó Lizbeth aun sin saber cómo tomarse aquello.
-Por
favor, llámeme Alex-dijo el hombre con semblante serio.
“¿Por
qué me mira así?”pensó Lizbeth “Si alguien debería estar enfadada aquí, esa soy
yo”
Lizbeth
se fijó en que Alex llevaba puesta la parte inferior de un traje negro y una
camisa del mismo color arremangada hasta los codos, lo que le daba un aspecto
más desenfadado del que pretendía con la expresión de su rostro.
-Mi
sobrino saldrá en un momento-comentó Alex guiándola hasta la sala de estar.
Lizbeth
se sorprendió al oír aquello. No tenía ni idea de que Alex tuviera ningún
sobrino. Ni hermanos, primos, ni ninguna clase de pariente. Era obvio que no había nacido de un huevo,
pero nunca se había imaginado a aquel joven en un entorno familiar.
El
ruido de una puerta interrumpió sus pensamientos y al girarse vio lo que
parecía una versión en miniatura de Alex, solo que con expresión alegre y
confiada. También vestía el pantalón de un traje oscuro y llevaba camisa, pero
de color blanco y dos tallas más grande de lo que le correspondía.
El niño
se acercó a Lizbeth sonriendo y le
tendió la mano.
-Mucho
gusto en conocerla señorita Welford-Lizbeth le estrechó la mano entre
confundida y divertida ante los implacables modales del muchacho que miraba a
su tío en busca de una señal de aprobación.
Cuando Lizbeth
se dio la vuelta hacia Alex, le sorprendió ver que éste estaba sonriendo y miraba al niño con una expresión entre
cariñosa y orgullosa.
Lizbeth
se autoconvenció de que había sido producto de su imaginación y se centró en lo
que había venido a hacer.
-Igualmente
señorito… -Lizbeth no tenía ni idea de si aquel niño era un sobrino por parte
de alguna hermana de Alex o de un hermano, con lo que no tenía ni idea de con
qué nombre dirigirse a él, pero el muchacho enseguida acabó la frase por ella
al ver su indecisión.
-Mayfair-dijo
orgulloso-Brandon Mayfair, pero llámeme Brandon.
Lizbeth
asintió.
-Bien Brandon,
empezaremos cuando tu tío lo considere oportuno-dijo tratando de ser correcta y
mirando a Alex, quien ya tenía su habitual expresión de “Acércate y te muerdo”
“Esa le
pega mucho más” pensó Lizbeth satisfecha.
Alex
les condujo hasta una pequeña salita repleta de libros. Había una mesa no muy
grande en el centro y dos sillas de color negro.
-Dentro
de un rato el servicio os traerá algo para comer-informó Alex saliendo de la
estancia sin dar más explicaciones.
Por
suerte Brandon parecía estar cómodo con la situación y enseguida pasó a
explicarle a Lizbeth todas las preguntas que ésta no se había atrevido a
formular en voz alta.
Resultaba
que “el servicio” era una mujer entrada en años y en carnes que se encargaba de
que todo estuviera en orden. Se metía demasiado en la vida de los dos Mayfair
de la casa, comportándose más como abuela y madre que como asistenta, pero
llevaba tantos años en la familia y lo hacía todo con tan buena intención que Alex
se lo consentía todo.
En
aquella pequeña salita era dónde el tío de Brandon le enseñaba todo lo que
sabía; modales, cálculo y sobre todo literatura, que era su gran pasión. Pero
hacía tiempo que Alex había pensado que al niño le vendría bien una nueva
compañía y tener un referente femenino en la casa que no se preocupara solo de
que engordara, como era el caso de la asistenta.
Aquellas
charlas con Brandon se convirtieron en costumbre y según pasaban las semanas Lizbeth
pasaba más horas al día en la casa e iba conociendo más a su dueño a través de
su parlanchín sobrino, que le idolatraba. De esa forma supo que los padres de Brandon,
el señor y la señora Sullivan, habían muerto en un accidente de tráfico tres
años atrás y al quedarse Brandon con su tío, éste le puso su apellido en honor
a su hermana fallecida, y lo había criado desde entonces.
Al ver
lo bien que estaba su sobrino con Lizbeth, Alex le pidió que siguiera dándole
clases y jugando con él el resto del año a la salida del colegio de Brandon, a
lo que Lizbeth aceptó gustosa, ya que ella también disfrutaba de la compañía
del pequeño, y últimamente tenía que admitir que también disfrutaba la de Alex,
quien a veces se sumaba a sus tardes de estudios y charlas, aunque normalmente
era un espectador silencioso.
Cuando Brandon
comenzó a ir a la escuela en septiembre, Alex empezó a invitarla algunas
mañanas a la casa para charlar, y en poco tiempo Lizbeth se dio cuenta de que
lo había juzgado mal. Cuando le conocías te dabas cuenta de que detrás de esa
fría armadura había un hombre inteligente, responsable, cariñoso y atento. Lizbeth
disfrutaba en verdad estando con él, pero no lograba olvidar lo sucedido en el
certamen hacía ya un año.
Una
tarde en la que Brandon estaba ayudando al ama de llaves a preparar la
merienda, Lizbeth aprovechó para acerarse a Alex con semblante serio. Éste
pareció darse cuenta de la preocupación en la cara de Lizbeth porque dejó el
periódico que estaba ojeando y la miró con expresión interrogante.
-¿Ocurre
algo Liz?-hacía ya tiempo que habían empezado a tutearse aunque en la cabeza de
Lizbeth él siempre había sido solo Alex y nunca el señor Mayfair.
Lizbeth
se armó de valor y con los ojos cerrados dijo:
-No
puedo seguir dando clases a Brandon…ni viniendo a esta casa.
Alex
asintió con la cabeza aun sin entender nada.
-Emm…
Como quieras. ¿Puedo saber si has tenido algún problema?
La
calma y la educación de Alex le sacaba de sus casillas.
-No
puedo seguir trabajando con el hombre que tiró por tierra los sueños de mi
padre-confesó Lizbeth sin poder contenerse más-siento que le estoy
traicionando.
¿Confíáis en Alex? ¿Creeis que Lizbeth debería marcharse? ¡Comentad que es gratis!
Wooo yo que me he metido al blog para ver como termina la historia... me da que voy a tener que esperar.
ResponderEliminarYo creo que Alex está enamorado de Liz y si llegan a dar el premio (y dinero) a su padre, quiza nuncá podria tener la posibilidad de conocerla como ahora lo esta haciendo.
Un saludo,
Angel
Muchas gracias Ángel! Me alegra saber que a alguien le ha gustado la historia lo suficiente para querer saber cómo acaba ^^ No te preocupes que dentro de nada subiré el desenlace! =)
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