Estoy aquí de nuevo para traeros el segundo corte de la historia que tenemos entre manos esta semana. Si alguien leyó la primera parte ayer puede dejar de morderse las uñas con la ansiedad porque aquí llega la continuación. Espero que os guste y ya sabéis, comentad con lo que se os ocurra, pero ¡comentad!.
Corte 2: El parque.
No se le ocurrió ir a su casa, ni siquiera se atrevió a
acercarse. Era estúpido pues su padre no estaba allí y aunque hubiese estado
era imposible que adivinara lo que estaba ocurriendo sólo con verla. Sin
embargo Lucia había dejado de pensar con su habitual racionalidad. Mantenía la
calma más o menos siempre que fuera capaz de ignorar el condenado
presentimiento que tenía en el estomago, pero su cabeza seguía en shock y sabía
que no podía contar con grandes ideas.
Por ese mismo motivo seguía sin saber qué le diría a Heiji.
Confiaba que cuando le tuviera delante se le ocurriera algo genial o
simplemente se le escapara.
Llegó a la puerta del parque.
Tenía un bonito arco de metal negro sostenido por dos
columnas de madera rojiza con inscripciones e imágenes de figuras de animales.
Tras ella había un camino de arena que conducía al interior, rodeado de árboles
y pequeños bancos de piedra.
En el centro del parque había más bancos, sólo que éstos
eran de metal y una enorme fuente oculta. Del suelo salían hacia arriba chorros
de agua formando distintas figuras. Ahí era donde Heiji y ella habían quedado
con los demás.
La tarde de diversión que tenían planeada no tendría lugar,
al menos para ellos.
Lucia atravesó el arco y se sentó en uno de los primeros
bancos que vio.
Se cubrió más con el abrigo y se enrolló mejor la bufanda en
torno al cuello. Ahora tenía frío y sentía que las rodillas le temblaban
chocando entre sí apenas cubiertas por la falda a cuadros.
No debía faltar mucho para que Heiji apareciera… Lucia
odiaba esperar. Las esperas le parecían aburridas e insufribles porque es,
precisamente en esos momentos cuando se te ocurre que lo peor podría pasar. Y
Lucia tenía las peores posibilidades rondando su cabeza; el presentimiento, por
el contrario, daba saltitos en su estomago como si se tratara de una cama
elástica.
Sacó el móvil y se quedó mirando la pantalla. En ella había
una foto de Heiji, sonriente y feliz como casi siempre. Había sido hecha en ese
mismo parque pero bastantes meses atrás. Aún hacia buen tiempo y el sol le
iluminaba de pie, en medio del camino de arena. Con el pelo castaño casi caoba
movido por la ligera brisa que corría hacia él. Sonreía, claro… ¿Cuántas veces
le había visto sin esa sonrisa enorme que ponía y que llenaba casi toda su
delgada cara?
Sus ojos rasgados y oscuros brillaban, pero no por acción
del sol, era por la alegría que parecía sentir siempre.
Lucia guardó el móvil y fijó la vista en el verdadero camino
de arena. Se cruzó de brazos y esperó.
Pasaron tres, seis, diez minutos y la gente pasaba envuelta
en sus murmullos y movimientos de cabeza mientras Lucia seguía sintiéndose
ajena a todo lo que veía. Era como una extraña en el mundo. Se sentía diferente
a todos los demás y a le vez, invisible. Había desaparecido o había empezado a
hacerlo… pronto no sería ella, no sería la misma. Sería una de esas
adolescentes embarazadas que reciben las falsas miradas de compasión de todo el
mundo mientras a las espaldas son el blanco de insultos y reproches.
Especialmente allí… Por un instante se preguntó cómo habría sido todo si
aquello le hubiese sucedido en América. ¿También tendría ese fuerte sentimiento
de soledad y extrañeza hacia todo lo que consideraba conocido?
Mientras se hacía ese tipo de preguntas en silencio, sintió
dos brazos que, aparecidos de la nada que había a su espalda, la rodearon y la
abrazaron con fuerza. De la sorpresa estuvo a punto de caer del banco pero pudo
mantener el equilibrio.
-Konnichi wa- saludó Heiji. Lucia sonrió, como siempre, de
forma automática.
-Por fin apareces- le dijo.
Heiji rodeó el banco y se sentó a su lado. Aún llevaba el
uniforme de la escuela y traía la misma sonrisa que en la foto. Lucia le
observó y pudo sentir el aleteo de sus queridas mariposas por encima del odioso
presentimiento que por un rato dejó de molestarla.
-Eres tú la que ha desaparecido- recordó Heiji.
-¿Qué tal en la escuela?- preguntó Lucia anticipándose a
cualquier pregunta que aún no estaba dispuesta a responder.
-Normal. Nada interesante… traducciones al inglés pero eso a
ti no te hace falta así que no te has perdido nada importante, excepto que nos
han recordado que ya está abierto el plazo para mandar las solicitudes a las
escuelas de secundaria que hayamos elegido.-
Solicitudes para escuelas especializadas de secundaria…
Lucia ni siquiera había pensado en eso. ¿Cuánto tiempo llevaba en Japón? Cuatro
años… dos más que en Bélgica, uno más que en Tailandia, tres menos que en
América… sin pensar en más sitios sus cálculos le decían que no faltaba mucho
para que su padre decidiera levantar el ancla. ¿Para qué mirar las escuelas de
secundaria?
Este era un tema que tampoco había comentado con Heiji, pero
en fin, mejor ir poco a poco…
-¿Has mandado la solicitud para la escuela de Shido?-
preguntó Lucia. Heiji movió la cabeza.- ¿Por qué no? Esa es la escuela que más
te gustaba.- Heiji ladeó la cabeza en su dirección, su sonrisa decreció en un
intento de parecer más serio y decidido, cosa que le resultaba muy difícil.
-Ahora ya no me gusta- respondió con sencillez.
-¿Por qué no?- preguntó Lucia aunque ya lo sabía.
-Porque no es una escuela, es un internado. Y está a más de
cien kilómetros de Tokio y de ti.-Lucia desvió la mirada. Siempre que mantenían
esa conversación acababa sintiéndose culpable sin haber hecho nada.- Sería
diferente si tú también te vinieras…-
-Yo no soy tan lista como tú, Heiji. Con mi expediente no me
dejarían entrar nunca.- Y Heiji siempre acababa esas conversaciones
encogiéndose de hombros como si hubieran llegado a un punto muerto imposible de
superar.
Lucia respiró hondo disimuladamente.
Ya estaba coartando el futuro de Heiji sin querer y se dio
cuenta de que el pequeño ente que llevaba dentro iba a ser el último empujón
que acabaría de convertir el porvenir de Heiji en una ruina.
Tal vez debería callarse. Podría mantenerlo en secreto,
aunque eso supondría que tendría que romper con él y con sólo pensarlo… el presentimiento
volvió a la carga con una nueva embestida y Lucía tuvo que sujetarse el
estomago mientras maldecía en silencio y en su idioma.
-Bueno ¿Y tú que has hecho todo el día?- preguntó Heiji.
Lucia se mordió el labio inferior. ¿Serviría de algo guardarlo en secreto?
Heiji era muy inteligente, seguro que acabaría dándose cuenta de que algo no
iba bien antes incluso de que fuera demasiado evidente.
El presentimiento se removió y sintió un pinchazo en el
costado.
-He estado en el médico- respondió Lucia.
Heiji dio un respingo ante esas palabras. Abrió más los ojos
y sus cejas se unieron mientras parpadeaba sin parar. La miró mejor y Lucia vio
cómo empezaba a reparar en el mal aspecto que ella tenía en realidad; en su
palidez, sus ojeras, sus ojos hundidos, su constante y bastante mal disimulada
expresión de fastidio.
Se acercó más a ella y le cogió una mano.
-¿Al médico? ¿Por qué? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?- Las
preguntas se le clavaron en su cansado cerebro como molestas astillas. Sacudió
la cabeza agobiada e intentó sonreír y no acrecentar más el pánico del pobre
Heiji.
-Estoy bien. Todo está bien. Estoy…- Lucia contempló el modo
en que sostenía su mano y las palabras se le agotaron por un momento. Sonrió
sin saber muy bien por qué y miró fijamente a Heiji.-…estoy embarazada.-
Y se quedó callada, esperando su reacción.
Al principio, Heiji ni siquiera se movió, se quedó clavado
en la misma posición y sin apartar la vista. Lucia temió haber sido muy brusca
cuando notó que la mano de Heiji se aflojaba como si hubiera perdido el control
de sus músculos.
Al final, movió los ojos muy lentamente hacia el suelo.
Repasaba la superficie arenosa de un lado a otro, pero seguía quieto. Casi
parecía que no respiraba.
-¿Em… embarazada?- logró decir con dificultad.
-Significa que estoy esperando un bebé- explicó Lucia.
No respondió a eso y los segundos pasaron sin que nada
cambiara. Lucia no sabía qué hacer… era más fácil estar dentro del shock que
fuera.
Heiji parpadeó y frunció ligeramente el ceño como si su
cerebro hubiese entrado en el proceso de reinicio. Soltó la mano de Lucia y se
giró hacia el suelo. Se llevó las manos a la cara y apoyó los codos sobre sus
rodillas.
Lucia le observaba alerta. Ya estaba pensando en qué podía
hacer si Heiji se desmayaba cuando oyó su voz surgir de las profundidades de la
barrera que había formado con sus manos.
-¿Estás segura?-
-He vomitado- se le escapó, aunque le pareció una respuesta
ridícula.- Y el médico me ha hecho pruebas… estaba bastante seguro.- Todo
volvió a caer en el silencio.- ¿Estás bien?- Heiji asintió y después de varios
minutos pudo levantar la mirada.
Estaba casi tan pálido como ella y su eterna sonrisa se
había desvanecido. Ahora era imposible adivinar qué sentía, su expresión era
extraña y la sorpresa era infinita.
-Esto es… es… algo demasiado impresionante- murmuró él.
Lucia le pasó la mano por el hombro y creyó percibir un ligero temblor.
-Lo sé, es muy fuerte-
-Voy a ser… padre-
-¡No!-
Heiji levantó la vista sorprendido y Lucia se reprendió por
no haber controlado su impulso.
-No, no, no. Nadie va a ser padre ni madre. Esto…- dijo
señalando su estomago.-… no puede continuar.- Heiji la miró a ella y a su
estomago de forma intermitente.
-¿A qué te refieres?-
-Yo no puedo ser madre. Tenemos que… pararlo-
-¿Pararlo?-
Su voz sonó horrorizada y el pánico inundó la mente de
Lucia.
Lo único que había tenido claro desde que dejara la consulta
del médico era que no podía seguir adelante con ese embarazo.
El médico tenía razón: era una irresponsable por haberse
quedado embarazada, pero no lo era tanto como para dejar que el ente se
convirtiera en un niño que acabaría traumatizado si ella tenía que ser su
madre.
Lo tenía claro y aunque sabía desde el principio que iba a
ser complicado que Heiji lo entendiera, estaba dispuesta a hacérselo
comprender.
-¿Estás hablando de matar a nuestro bebé?- preguntó él.
Lucia se espantó sólo con oír esas palabras. Dicho así sonaba terrible, pero
estaba exagerando.
-Heiji aquí dentro no hay ningún bebé- le dijo.- Ahora mismo
lo único que hay es una célula, un bultito que no tiene ni corazón, ni pulmones
ni nada. No es un bebé. Y no hablo de matarlo sólo… bueno, lo que yo digo es
pararlo ahora antes de que sea más difícil.- Heiji se removió en el asiento
como si no estuviera seguro de qué hacer. Su expresión era una mezcla de
emociones pero ninguna permanecía en su rostro el tiempo suficiente como para
reconocerla: había horror, dudas, decepción, angustia. Jamás la había mirado
así y Lucia empezó a ponerse nerviosa de verdad.- Vamos, yo no estoy preparada
para ser la madre de nadie y tú tampoco. Sólo somos críos… ¿Qué pasará con
todas las cosas que quieres hacer? La escuela secundaria, la universidad… no
podrás hacer nada con un bebé. No podemos hacerlo.-
Pero Heiji se puso en pie casi de un salto y se paseó
delante de ella como intentado recoger soluciones del suelo.
-Pues dejaré lo de la escuela para más adelante y trabajaré.
Y nos casaremos y seremos una familia.-
El corazón de Lucia saltó de puro terror.
-Tengo 17 años, no puedo casarme todavía- Los nervios
empezaron a devorarla y sintió una vez más ese calor terrible que se deslizaba
por su piel como una serpiente pegajosa y sinuosa.
Jamás habría esperado una reacción así. En América había visto
a chicas jóvenes quedarse solas cuando les decían a sus novios que estaban embarazadas.
Claro que sabía que Heiji no haría eso pero no había contado con que sacaría a
relucir el maldito sentido del honor que tenían los japoneses.
-No podemos darle la espalda a nuestro propio hijo, él no
tiene la culpa de esto.- continuó Heiji.
-Nosotros tampoco…- Bueno, eso no era técnicamente cierto.-…
quiero decir, que nosotros no decidimos ser padres. Ha sido un accidente.-
Heiji se detuvo y la miró más serio de lo que lo había hecho
nunca.
-Aún así, es un accidente que traerá algo bueno y que ya no
puede detenerse. El bebé está en camino y no se puede dar marcha atrás.-
Parecía tan convencido y seguro que Lucia se hundió en su
asiento sintiendo el peso del mundo caer sobre ella.
No dejaría que parara el embarazo. Él no lo permitiría nunca
y ella no podía hacerlo a sus espaldas. El rostro de su padre apareció en su
mente como una imagen espectral.
No podía enterarse de aquello. La odiaría para siempre.
-Heiji- dijo Lucia. Se dio cuenta de que la voz la temblaba
y cuando se puso en pie, las piernas también se tambaleaban.- Lo siento. Sé que
esto va contra tus principios, tus creencias y no lo puedes entender pero… no
puedo tener un bebé. Mi padre se volvería loco si se enterara…- Heiji no cambió
su expresión y Lucia se acercó más a él.- ¿Qué crees que hará cuando se entere?
No lo aceptará jamás. Sería capaz incluso de llevarme él mismo a un hospital
para que abortara…-
-Pues no se lo diremos hasta que sea tarde-
-¿Crees que eso bastará? Mi padre no permitirá nunca que su
hija se case con un japonés y tengo un bebé medio japonés, ya sabes cómo
piensa.- Heiji dudó ante esas palabras y Lucia aprovechó su indecisión para
seguir.- Sí, yo tendría el bebé y probablemente él te lo daría a ti y a mí me
mandaría interna a algún colegio de Europa o más lejos. Y buscaría las formas
de mantenerme lejos para siempre.- Lucia le cogió las manos y le miró
fijamente.- Jamás volveríamos a vernos- Heiji la miró, el pánico ahogaba sus
ojos y no le dejaba hablar.- Por favor… esto puede arruinar mi vida.-
Lucia buceó en su mirada hasta que Heiji bajó los ojos y
después los hombros, derrotado.
Lucia no sintió alegría pero sintió un profundo alivio que
recorrió todo su cuerpo apartando de un empujón al mal presentimiento. Casi
sintió que las piernas perdían la fuerza para sostenerla.
Avanzó un paso y hundió el rostro en el hombro de Heiji.
Subió las manos por sus brazos pero no se atrevió a abrazarle del todo. Heiji
se quedó paralizado unos instantes pero al final sintió su mano rozándole el
pelo y la otra sobre su espala atrayéndola hacia él.
El corazón le volvió a latir y entonces sí pudo abrazarle.
-Gracias, Heiji- susurró.
-Está bien- murmuró él. Guardó silencio unos instantes y la
abrazó más fuerte.- ¿Qué vamos a hacer ahora?-
Hasta aquí.
Nos vemos mañana para descubrir la continuación de la historia. No olvidéis pasaros por la sección de horóscopos si queréis tener un final feliz hoy y mañana publicaremos una nueva reseña literaria. (Sí, esa sección sigue abierta).
Hasta pronto, visitantes ^^
Uuuooh!!!!!!!! Muy buena segunda parte! Me pregunto qué pensará el papa de Lucia cuando se enteré que pronto tendrá un pequeño sushi bajo el brazo!! XD
ResponderEliminarSr. X
Aishhhhh!
ResponderEliminarQué bonito, por favor, me acabo de enamorar de Heiji! Estás contando la historia de una forma preciosa, la inseguridad y los temores de Lucía y la confianza y los valores que transmite Heiji, son increíbles! Necesito seguir leyendo! A ver qué pasa con el padre! Voy a por la tercera parte!!!
Nos vemos en unos minutos:)