Hoy comienza, para los que no lo sepáis, el mes arbóreo del roble según las tradiciones celtas y para conmemorarlo, voy a empezar a subir una historia que escribí hace casi un año.
Es un poco más larga que la de Dylan y el hada de la lluvia y la verdad es que no tiene nada que ver con ella. Ésta es un poco más realista y he dejado un poco de lado la fantasía (no sé que me pasó mientras la escribía).
Se divide en 7 partes, así que colgaré una cada día de esta semana.
Hoy empezamos con la primera.
Espero que os guste y que me lo digáis en un comentario, bueno espero que me digáis cualquier cosa por un comentario.
El título de esta nueva historia es:
Corte 1: Lucia.
¿Por qué
pintaban todas las consultas médicas de blanco? ¿Qué significaba ese color? No
ayudaba a que te relajaras y tampoco era bonito. Pero Lucia había estado en las
consultas de médicos de distintos países del mundo y que no tenían nada en
común excepto el color blanquecino de las paredes de sus ambulatorios.
El color
blanco nunca era una buena opción. Era imposible mantenerlo inmaculado y pronto
empezaban a aparecer manchas, desconchones, desgastes en la pintura en lugares
extraños en los que nadie sabe cómo han podido aparecer ahí.
El
techo, por ejemplo.
Con los
pies apoyados sobre el borde del escritorio, las rodillas encogidas de modo que
la falda le quedara pegada y no dejara ver nada de lo que ocultaba y la cabeza
apoyada en el respaldo, Lucia contemplaba a la vez que contaba mentalmente el
sinfín de marcas que adornaban el techo de la consulta.
¿Cómo
habían llegado hasta ahí?
Podía
imaginar increíbles y poco realistas sucesos que explicaran esas manchas para
distraerse mientras esperaba al médico. Eso se le daba bien y así evitaba
pensar en el presentimiento de malestar que tenía atascado en la garganta.
Se había
levantado ya con él así que no le había dejado desayunar ni comer; la había
acompañado a la escuela de modo que no había podido concentrarse; y la había
seguido hasta la consulta del doctor. No es que fuera un presentimiento tan
horrible, llevaba rumiándolo todo el día y aunque Lucia pensaba que la estaba
avisando de algo intentaba ser positiva. Tal vez no fuera un presentimiento de
enfermedad terminal, tal vez sólo fuera algo crónico o algo que requiriera una
estancia prolongada en un hospital junto con alguna intervención dolorosa. En
cualquier caso, no estaba demasiado asustada.
De
haberlo estado, no habría perdido su tiempo contando manchas en la pared.
La
puerta de la consulta se abrió y Lucia se quedó quieta. Los pasos del médico
junto al murmullo de su bata recibiendo los embates del aire procedían de su
espalda y esperó hasta que el doctor la rodeó para sentarse en su sillón al
otro lado de la mesa.
En sus
manos llevaba una carpeta y su rostro ligeramente serio, se contrajo en una
mueca, que era bastante conocida para Lucia, cuando la miro. Frunció levemente
las cejas y Lucia suspiró para sí mientras bajaba las piernas del escritorio y
se sentaba, más o menos, derecha.
El
doctor también se sentó y comenzó a ojear su carpeta. Tal vez aún no la hubiese
mirado… en cualquier caso a Lucia le resultaba imposible adivinar nada en la
expresión de esa gente.
-Lucia
¿No es así?- preguntó el doctor. Levantó sus ojos hacia ella.- ¿Entiendes bien
mi idioma o prefieres que charlemos en inglés?-
Lucia
sacudió la cabeza.
-Lo
entiendo bien- respondió.- Llevo cuatro años viviendo en Tokio y los idiomas
siempre se me han dado bien.- En realidad no podrían habérsele dado mal si cada
cuatro o cinco años tenía que aprender uno nuevo.
El
médico asintió con uno de esos movimientos rápidos y secos de cabeza que Lucia
veía tan a menudo a su alrededor.
-Soy el
doctor Nakamura y he revisado los resultados de las pruebas que te hiciste hace
unos días.- Hizo una pausa y siguió ojeando las páginas. Lucia sentía el
presentimiento subir y bajar por su garganta como un pedazo de comida que se
negaba a llegar a su destino.
-¿Qué me
pasa?- preguntó ella. Sabía que no debía interrumpir de ese modo a nadie, menos
a un médico, pero el presentimiento amenazaba cada vez más con escapársele por
la boca.
El
médico le dirigió una mirada severa, como una riña silenciosa. Algo más que
había aprendido en Japón: todos los adultos eran indulgentes con sus pequeños
actos espontáneos de rebeldía y desobediencia, incluso cuando eran pequeñas
cosas como hablar cuando aún no era su turno, sin embargo, todos ellos
aprovechaban esos momentos para intentar corregir su comportamiento con miradas
duras, ojos entrecerrados y algún que otro susurro medio ahogado.
Lucia
movió la cabeza y miró hacia abajo. Ella había aprendido que ese simple gesto
era interpretado como una respetuosa disculpa que le evitaba tener que estar
todo el día diciendo “lo siento”.
-Los
resultados indican que no te pasa nada en absoluto- dijo el médico. Lucia
levantó la vista de golpe. Su primer impulso fue exclamar algo debido a la
sorpresa, pero esta vez, pudo contenerse.
Mantuvo
su tono de voz bajo, como se suponía que debía hacer y se dirigió al médico con
cuidado.
-Perdone,
señor- le dijo- Pero ¿Está seguro de sus resultados? Yo me encuentro mal todos
los días. Estoy mareada, cansada, no puedo dormir por las noches y todo lo que
como me sienta mal. Algo me está pasando.-
El
doctor Nakamura cerró su carpeta y la dejó sobre la mesa para colocar sus manos
sobre ella con mucha tranquilidad.
-Todo
eso es normal en su situación- le respondió. Lucia sintió una punzada en la nuca,
como una advertencia, acompañada de un pálpito extraño en el corazón.
-¿Qué
situación?-
Y
extrañamente, en su cabeza apareció flotando la respuesta sólo un segundo antes
de que el médico se inclinara sobre la mesa para decir:
-Estas
embarazada-
-¿Em… embarazada?-
repitió Lucia casi sin aliento. El doctor asintió.
-Significa
que estas esperando un bebé-
-Ya sé
lo que significa- replicó Lucia sin poder controlar su tono. En cualquier caso
no pudo ver la expresión de ofendido del médico.
Su
presentimiento se lanzó de cabeza desde lo alto de su garganta hasta el fondo
de su estomago haciendo que todo su cuerpo se estremeciera, igual que alguien
que salta desde un acantilado acabando con la paz de la superficie del agua.
Su
mirada se clavó en el suelo donde había una enorme mancha oscura que ya había
visto antes y empezó a pensar… ¿Embarazada? ¡Eso no era posible! Bueno, en
realidad, podía ser verdad pero… ¡No podía ser! Si llegaba a ser cierto…
<<Papa>>
El
rostro de su padre apareció, Lucia creyó verlo, deformado por la furia, en
aquella mancha del suelo mirándola fijamente, así que cerró los ojos en un acto
reflejo y después se dedicó a mirar hacia otro lado.
No, no,
no… de todas las cosas que se le habían ocurrido esa ni siquiera había pasado
por su cabeza.
Casi
prefería la enfermedad crónica.
-Desde
ahora tendrás que acudir al médico más de seguido- le explicó el doctor aunque
Lucia le escuchaba sólo a medias.- Si quieres puedes ir a tu médico particular
o si lo deseas, seguir con nosotros. En ese caso, necesitaré alguna información
suplementaria.- Hizo una pausa y volvió a abrir la carpeta. Esa carpeta que la
había condenado. Lucia la miró con temor y desprecio.- ¿Eres americana?-
Lucia
parpadeó y tardó un poco responder. Se sentía aturdida y confusa, como recién
levantada de un sueño muy profundo.
-No, soy
española- respondió.- Aunque he vivido más tiempo en América que en España.-
-¿Cuántos
años tienes?- le preguntó. Aunque el médico observaba una y otra vez el
uniforme de la escuela con una mueca cada vez más definida.
-17-
contestó. Nakamura movió la cabeza y lo apuntó.
-En ese
caso, la próxima vez que vengas a consulta deberás venir con tus padres.-
Lucia
respiró hondo.
-Mi
madre se marchó cuando yo tenía 11 años- El médico arqueó las cejas,
probablemente sorprendido por esa revelación tan personal. Ni siquiera Lucia
sabía por qué lo había dicho.
-Pues
ven con tu padre-
Todo el
cuerpo le tembló sin que pudiera evitarlo. No. Su padre nunca podía enterarse
de aquello, sería terrible. Se removió asustada en la silla y se cogió las
manos fuertemente sobre el regazo.
-Lucia,
tu obligación ahora es ser sincera con tu padre y decirle la verdad. Y hacer
todo lo que esté en tu mano para conseguir que él te perdone.- Lucia levantó la
vista.- Debemos aprender de nuestros errores y esto te ayudará a comportarte de
forma más honorable a partir de ahora. La criatura que crece dentro de ti no
tiene la culpa de tu irresponsabilidad. Necesita una madre madura que la guie y
la ayude a no cometer las mismas equivocaciones que ya se han dado en su
familia.-
¿Su
familia?
¿Qué
sabía ese medicucho sobre su familia? Sólo por un par de comentarios
desafortunados que había oído ya se creía con el derecho de juzgarla.
Lucia
sacudió la cabeza.
Esas
palabras habían conseguido que sintiera algo más a parte del miedo a su padre.
Sentía deseos de levantarse arrojando la silla a un rincón y salir dando un
portazo después de haberle dicho unas cuantas cosas a ese hombre en su idioma.
Pero se
controló.
Se
levantó arrastrando la silla y cogió su bolso.
-Gracias
doctor- le dijo apretando los puños alrededor del respaldo de la silla. No se
molestó en hacer la reverencia.- Por cierto, debería limpiar el techo. Está
lleno de manchas.-
El
doctor abrió sus rasgados ojos y la boca para decir algo. Entonces sí, Lucia
hizo la reverencia y abandonó la sala.
Salió al
pasillo y cuando cerró la puerta tras de sí tuvo que detenerse a respirar
hondo. Cogió una buena cantidad de aire y se dedicó a soltarla lentamente hasta
que notó que todos los músculos de su cuerpo se relajaban.
Seguía
asustada y un poco molesta.
Había
pensado que un médico japonés culparía a su cultura desvergonzada de aquello,
pero ese médico había ido directamente a culpar a su familia y la
irresponsabilidad que le había inculcado su madre.
Pues se
equivocaba. Su madre no había estado con ella el tiempo suficiente como para
inculcarle nada.
Se colgó
el bolso en el hombro y atravesó el pasillo en penumbras hasta la sala de
espera.
Justo
cuando entraba, una chica que iba en dirección contraria chocó con ella. La
hizo retroceder un paso y Lucia se llevó las manos al estomago.
La chica
se detuvo brevemente y mantuvo la mirada baja. Sus ojos ausentes fijos en el
suelo la huían y su pelo oscuro y liso cubría su frente proyectando una sombra
sobre ellos.
Lucia la
observó hasta que esa forma de mirar le produjo un escalofrío.
-Lo
siento- murmuró la chica con una vocecilla casi inaudible. Lucia tardó en darse
cuenta de que la hablaba a ella, porque no la miraba. Pero asintió con la
cabeza.
La chica
se giró y rápidamente desapareció.
A pesar
de la extraña actitud de la chica, Lucia estaba aún demasiado aturdida como
para dedicarle algún pensamiento.
Iba a
seguir andando pero se dio cuenta de que sus manos seguían sobre su estomago.
Las había llevado allí casi sin darse cuenta ¿Por qué? ¿Qué estaba haciendo? Al
chocar con la chica se había cubierto el estomago… pero ¿Por qué intentaba
proteger al bebé?
Ese ente
acababa de meterla en graves problemas. No debía protegerle, todo lo contrario…
Ojala
pudiera seguir pensando que no era real, pero si hasta su inconsciente le había
protegido del choque era porque realmente estaba ahí dentro. Estaba ahí,
creciendo cada segundo que pasaba y pronto se haría tan grande que todos los
demás también sabrían que estaba ahí.
La gente
de la sala de espera no la miraba. Hablaban entre ellos, leían revistas,
escuchaban sus Ipods. ¿Por qué iban a mirarla? Aún parecía normal.
Pero la
cuenta atrás había comenzado y todos la mirarían. Su padre la miraría con esa
expresión de odio que ponía cuando hablaba de su madre. La miraría igual que a
ella.
Lucia
empezó a sentir calor. Calor en la cara, en las manos, en el vientre; un calor
agobiante que no dejaba que el aire le llegara a la nariz. Había demasiada
gente en esa sala.
Fue hacia
la puerta y salió a la calle. Por fin notó el frescor en su rostro. Cerró los
ojos para respirar profundamente pero entonces vio una imagen de sí misma gorda
y deforme, atrapada en su casa y sola. Completamente sola excepto por el ente
que crecía dentro de ella. Y a pesar del aire, volvió a sentir el calor asfixiándola.
Intento desabrocharse la chaqueta pero se sintió mareada por el calor. Las
rodillas se le doblaron tuvo que sujetarse a la pared.
La gente
pasaba pero ni siquiera la veían.
Entonces
el presentimiento resurgió. Se retorcía en su estomago y luchaba por subir de
nuevo hasta su garganta.
Lucia
tragó saliva, intentó ignorarlo pero lo sentía reptar hacia arriba con
determinación.
Se llevó
una mano a la boca al sentir una arcada. No era un presentimiento.
Miró a
su alrededor y vio un callejón a pocos metros que se metía entre dos calles.
Corrió
hacia él y vomitó entre dos cubos de basura.
Probablemente
no fuera tanto, pero Lucia perdió la noción del tiempo y siguió vomitando hasta
que sintió que su estomago se relajaba. Se apartó un tanto asqueada y sin
querer mirarlo.
Se apoyó
en la pared de enfrente del callejón y se limpió con un pañuelo de papel.
Mientras recuperaba la respiración advirtió que se sentía algo mejor. El
presentimiento aún danzaba y le daba puntapiés en el estomago, pero como éste
estaba vacío, la sensación no era tan desagradable.
Tenía el
flequillo empapado por el esfuerzo y las costillas doloridas. Odiaba vomitar.
Nunca lo había hecho en público… aunque nadie parecía haberla visto.
Se pasó
las manos por la cara y se alisó la falda antes de volver a la calle principal.
La gente seguía pasando a su lado sin fijarse en ella así que Lucia pensó que
su aspecto no debía ser tan malo.
No sabía
muy bien qué hacer ahora, pero un sonido procedente del bolsillo de su chaqueta
le evitó tener que pensarlo.
Sacó su
móvil y vio el nombre de Heiji brillar
en la pantalla.
Al verlo
sintió un nuevo retorcijón en el estomago, al instante se llevó una mano a la
tripa pero la apartó casi igual de rápido, sin saber muy bien por qué.
Descolgó
y se llevó el móvil a la oreja.
-Hola-
saludó.
-Hola-
contestó la voz al otro lado del teléfono.- ¿Te encuentras bien?-
Lucia se
quedó callada ¿Por qué le preguntaba algo así? Era imposible que él supiera
nada de todo ese asunto. Agarró el teléfono bien y trató de fingir calma.
-Sí,
claro que me encuentro bien… ¿Por qué no iba a estarlo?-
-Has
desaparecido de clase y no has vuelto- Lucia suspiró.- Estaba preocupado. ¿Pasa
algo?-
Lucia
echó a andar casi sin darse cuenta mientras los nervios le daban un respiro.
-No, no
pasa nada. Es sólo que…-
Al otro
lado de la línea escuchó la clara risa amortiguada de Heiji. Cuando intentaba
esconderla, sonaba igual que la risa de un niño.
-¿No
habrás vuelto a quedarte dormida?-
-No, no
me he quedado dormida- replicó Lucia algo molesta.- Tenía algo importante que
hacer.-
-¿Y ya
has acabado? Hemos quedado en un par de horas en el parque ¿Recuerdas? Los
demás van a ir después a esa discoteca del centro-
-Lo sé,
lo sé. Nos vemos en el parque pero mejor espérame en la puerta principal. Tengo
que contarte algo.-
Heiji
guardó silencio unos instantes.
-De
acuerdo ¿Seguro que no pasa nada?-
-No pasa
nada. Nos vemos después-
-Bye-
Lucia
colgó y se guardó el teléfono.
Miró al
cielo recortado por los altos edificios y sintió que algo empezaba a carcomerla
por dentro. Tenía que empezar a pensar en cómo iba a decirle a Heiji que había
un bebé en camino.
Sacudió
la cabeza y miró a todos los lados. Ni siquiera sabía qué camino tomar hasta el
parque.
Echó a
andar entre la gente concentrada sólo en su respiración. Eso la ayudó.
Hasta aquí el primer corte. Si quieres conocer el segundo, sólo tienes que esperar a mañana.
Byee.
Pd: No puedo dejar de recomendar, tal como pretendemos que éste sea un blog sobre literatura, que si alguno de los pocos que nos leéis por ahora no habéis ido aún a la feria del libro de Madrid ¡Tenéis que ir! Es un lugar genial lleno de libros y ¡Tenéis que ir que sólo estará en Madrid hasta el día 16!
Bueno, nos vemos mañana.
Buenas!!^^
ResponderEliminarAquí estoy de nuevo, empezando a leer esta historia! La verdad es que desde que he empezado este capítulo no he podido parar, atrapa mucho!
¡Pobre Lucía! La pobre no se esperaba para nada el embarazo, ¿que le dirá su padre? Por que parece asustada de verdad, espero que no se lo tome muy a mal! Y Heiji, tiene pinta de ser comprensivo, seguro que la apoya al cien por cien, ¿no?
Bueno, ya lo descubriré más adelante, nos leemos!^^
Hola!!!
ResponderEliminarMe alegro de que estes por aquí otra vez y espero que Cortes te guste como la historia de Dylan. ^^
La verdad es que la pobre se ha quedado un poco shock, aunque de haber sido ella, yo hubiera preferido pensar en esa posibilidad antes que irme directamente a las enfermedades crónicas o terminales, pero todos sabemos lo pesimistas que nos ponemos en la consulta de un médico.
Espero que el resto de la historia no te decepcione! Nos vemos por aquí y en tu blog! Que en breve me pasare por allí!
Byee ^^